El caso de Jorge Artel es análogo al de Luis Carlos López en algunos aspectos de la recepción de su obra. En la década de los cuarenta, cuando publica Tambores en la noche, los juicios de los críticos destacaron en la forma la musicalidad, el ritmo, el canto, la onomatopeya del escenario caribe que aparecía en la poesía como elemento esencial; en las temáticas hicieron énfasis en la reivindicación del elemento negro en la poesía colombiana, iniciada con Candelario Obeso, y en la presencia de la africanidad, del ancestro (Vinyes, 1940; Caneva, 1945: 90–91). Artel es recibido por la crítica como el representante de la poesía afroamericana en Colombia y la máxima expresión del pensamiento lírico negro colombiano.