Luis Sepúlveda

Historia de un caracol que descubrió la importancia de la lentitud

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  • Moira Marquezcompartió una citahace 6 meses
    los humanos… crecen… y olvidan…
  • Moira Marquezcompartió una citahace 6 meses
    Pensaba que tal vez había cometido un error al abandonar el grupo y la seguridad de la planta de acanto, pero, al mismo tiempo, algo, una voz que no era la suya, le repetía que la lentitud debía de tener alguna explicación, y que tener un nombre que sólo fuera de él, nada más que de él, un nombre que lo hiciera único e inconfundible, debía de ser formidable.
  • Moira Marquezcompartió una citahace 6 meses
    —Yo puedo volar y no lo hago. Antes, mucho antes de que vosotros los caracoles habitarais en el prado, había muchos más árboles de los que se ven ahora. Había hayas y castaños, encinas, nogales y robles. Todos esos árboles eran mi hogar, volaba de rama en rama, y su recuerdo me pesa, me pesa tanto que no puedo alzar el vuelo. Tú eres un joven caracol y todo lo que has visto, todo lo que has probado, lo amargo y lo dulce, la lluvia y el sol, el frío y la noche, todo eso va contigo, pesa, y como eres tan pequeño, ese peso te hace lento.

    —¿Y de qué me sirve ser tan lento? —susurró el caracol.

    —No tengo respuesta para eso. Deberás encontrarla tú mismo
  • Moira Marquezcompartió una citahace 6 meses
    Porque el acanto se llama así, acanto, y eso hace que, por ejemplo, cuando llueve, digamos que nos vamos a refugiar bajo las hojas de acanto. También el sabroso diente de león se llama así, diente de león, y por eso cuando decimos que vamos a comer unas hojas de diente león, no nos equivocamos y comemos ortigas.
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