María Dueñas

La Templanza

Avisarme cuando se agregue el libro
Para leer este libro carga un archivo EPUB o FB2 en Bookmate. ¿Cómo puedo cargar un libro?
  • Habitante de librocompartió una citahace 5 años
    Entre los brazos de Sol Claydon era el único lugar del universo en el que ansiaba quedarse para siempre anclado.
  • b3765654727compartió una citael año pasado
    pasar desde la chalupa al viejo barco carguero la mexicana sospechó que aquél no era el lugar más adecuado para una señora de su clase, l

    Сеньора

  • b3765654727compartió una citael año pasado
    La voz femenina a unos pasos de distancia le erizó la piel. Soledad se acercaba a su espalda, embozada en su capa de terciopelo, rasgando la noche con el ritmo ágil de sus pies.
  • b3765654727compartió una citael año pasado
    acostumbrada a contender de tú a tú hasta con el lucero del alba.

    Sin pensarlo siquiera, Mauro Larrea se volvió
  • b3765654727compartió una citahace 2 años
    Jamás sabría si lo hizo para impulsarse a ganar, o para culpar a esos últimos tragos del hecho cada vez más evidente de que iba a perder.
  • Habitante de librocompartió una citahace 5 años
    Bien sabe Dios que a lo largo de estos meses he peleado contra mí misma con todas mis fuerzas por sacarte de mi cabeza. Y de mi corazón.
  • Habitante de librocompartió una citahace 5 años
    Atrás, bramó él, movido por el más desnudo instinto animal: el que lleva al padre a proteger a su estirpe frente a las inclemencias y las desventuras y los enemigos y los sinsabores.
  • Habitante de librocompartió una citahace 5 años
    Puro deseo, pura víscera. Puro poro, saliva, calor, carne y aliento.
  • Habitante de librocompartió una citahace 5 años
    Siguieron besándose protegidos por la madrugada llena de salitre y por el cercano campanario de San Agustín, arropados por el olor a mar, apoyados sobre la piedra ostionera de una de tantas fachadas.
  • Habitante de librocompartió una citahace 5 años
    rodeó el rostro con sus manos grandes y castigadas; deslizó los dedos alrededor del cuello esbelto, se aproximó. Con ansia primaria fundió sus labios con los de Soledad Montalvo en un beso grandioso que ella aceptó sin reservas; un beso que contenía todo el deseo embarrancado a lo largo de los días y toda la abismal angustia que le estrangulaba el alma y todo el alivio del mundo porque al menos una, una única cosa entre las mil calamidades que lo acuciaban como espolones, había salido bien.
fb2epub
Arrastra y suelta tus archivos (no más de 5 por vez)