Alemania no logró lo uno ni lo otro. Fue derrotada por una suma de vastedad geográfica, climatología y avalancha militar soviética.
No pudieron las tropas nazis dibujar el mapa geopolítico elaborado por Haushofer. Ese papel corresponderá, paradójicamente, a la clase dirigente de la URSS. La demolición del Estado soviético, equivalente a una derrota militar, permitió la emancipación de los países del Pacto de Varsovia, muralla amortiguadora que separaba, como glacis, el territorio soviético de sus potenciales enemigos. Como deseaban los geopolíticos del III Reich, la URSS quedó rota en sus partes, siendo sustituida por una pléyade de pequeños Estados nacionales, quedando un único Estado ruso. Los pequeños Estados nacionales no fueron incorporados a ninguna Gran Alemania –como había soñado Haushofer–, sino a una entidad aún más peligrosa, la OTAN. Pero rara vez los planes salen como se quiere y una pieza quedó suelta, Ucrania, elemento geopolítico clave para arrinconar a Rusia y sacarla del tablero europeo. La idea de usar Ucrania contra Rusia, presente en los adversarios de este último país desde la Primera Guerra Mundial, da cuenta de que la OTAN hace depender sus relaciones con Rusia a que ésta renuncie a Ucrania y admita su inclusión en la Alianza Atlántica, que es una forma indirecta de requerir la rendición de Rusia como potencia europea. De cómo se resuelva este conflicto dependerá en buena medida la paz mundial.
La agresión contra Yugoslavia en 1999 permitió ajustar las piezas del nuevo mapa europeo. Los «Estados tapón» se alinearon presurosamente con la OTAN (es decir, con EEUU), que establecía así una nueva frontera, que es extendida luego a los Estados bálticos. La caída del último aliado de Rusia, el gobierno de la reducida Yugoslavia de Serbia y Montenegro, gobernada por Slovodan Milosevic, devolvió a la devaluada potencia a la situación que existía en 1923, cuando el cordón sanitario impuesto por Occidente intentaba aislar la revolución bolchevique del resto de Europa. La guerra y ocupación de Afganistán por EEUU será un intento fallido de cerrar el círculo en torno a Rusia, sueño acariciado desde el inicio de la Guerra Fría, en 1947. La triunfante potencia marítima controlará efímeramente el corazón continental y tendrá, también efímeramente, bases militares propias