El 24 de marzo de 1999, los pasajeros que esperaban la salida del vuelo con destino a Barcelona asistieron a un espectáculo indescriptible. Como el avión llevaba tres horas de inexplicable retraso, uno de los pasajeros abandonó su asiento y se golpeó repetidamente la cabeza contra una de las paredes del vestíbulo. Le movía una violencia tan extraordinaria que nadie se atrevió a interponerse. Continuó así hasta que le sobrevino la muerte