A pesar que mi profesión oficial es la contaduría, desde siempre ha llamado mi atención el área de las humanidades; me ha gustado inmiscuirme en temas políticos, además de husmear el pensamiento de los filósofos malditos y la historia de la humanidad. No soy perito en esas disciplinas, sin embargo permanecía la inquietud de abrir el abanico y buscar un tema para emprenderla en un escrito. Siendo la primer incursión en el mundo de la literatura, convencido estoy que las obras dejan mucho ver los sentimientos y pensamientos del autor, aunado con la imaginación que se puede plasmar y de la cual se alimentan las historias. La tendencia es, de una realidad, crear un mundo fantasioso que puede llevarnos a lo grotesco y fuera de contexto; pero a fin de cuentas manifestar en términos llanos lo entretenido, cruel y chusco de situaciones que sabemos que existen pero que no podemos ver; que las imaginamos sin tener la certeza de la verdad. Que las olemos con el pensamiento; estando convencidos que no podemos intervenir. Que sabemos nos afectan, sin más remedio que resignarnos y aceptar lo que venga. Valga la redundancia para hacer honor a eso que llamamos transparencia; esa cosa que nos trae en vilo en todo lo que hacemos, vemos y percibimos. Que puede ser tan simple como monstruosa; tan real como falsa, tan efímera como perenne.
