(Fragmento del Prólogo, escrito por Manuel Cardeñas Aguirre)
María Cruz Quintana nos presenta en este libro de relatos un muestrario cabal de “mujeres con vida”, de Cármenes, Marías, Beatrices, Adelas, Rosas, Lucías y más mujeres que verás entregadas al hecho feliz de vivir, a escribir con su persona la aventura apasionante que llamamos vida, aunque también, en algunos de ellos, será la de un morir porque la autora sabe, todos sabemos que acompañado de una siempre está la otra.
(Algunos fragmentos de la obra)
Estaba allí, en el andén de la estación del limbo, con su alma en la maleta. El bullicio de la gente que esperaba el tren no lo sacaba de aquel pozo hondo que era hoy su casa. Carmen, jardín y poema, había muerto y él estaba sin norte.
Iba desgranando palabras con pausas que se me antojaban acompasadas con el ir y venir de las olas. Cogió un puñado de tierra y la olió.
Esta tierra también tiene olor, seca y áspera, huele a sed, ni siquiera la proximidad del mar la humedece. Es una tierra dura. ¿Has visto qué frutos da? Higos chumbos cuya piel está llena de espinas imperceptibles que dañan con oculta malicia la mano que los toca. Yo agradezco a esta tierra que mantenga viva a mi higuera, que aunque no da fruto se yergue orgullosa en medio de los rastrojos.
