El don de la ira

Yo he tratado de aprender esa técnica de estar siempre plenamente presente en el lugar donde me encuentro.

los padres deberían pensar de vez en cuando en darles también a sus hijos el don de la soledad.

Te exhorto a seguir el ejemplo de mi abuelo y a reflexionar en lo que dices. Piensa si tus palabras ayudarán al mundo o lo perjudicarán. Cuando descubras las palabras que le harán bien, prepárate para proclamarlas a voz en cuello.

Actuar por compasión es mucho más efectivo que actuar por lástima; también nos permite forjar relaciones con diferentes tipos de personas. Mi madre defendía la dignidad de los pobres, al igual que mi abuelo.

Siempre ha sido un misterio para mí que algunos hombres puedan sentirse honrados por la humillación de sus semejantes.

Aprendí de Bapuji que no se debe vivir en una forma particular sólo para complacer a otros. Hacer lo mismo que los demás no genera cambios ni mejora al mundo.

¿Cómo podremos producir cambios en el mundo si tememos decir lo que está mal?

Un “no” dicho con profunda convicción es mejor que un “sí” dicho para complacer o, peor todavía, para evitar problemas.

Usa tu ira con sabiduría.
Permite que te ayude a encontrar soluciones de amor y verdad.

La ira es a la gente lo que la gasolina a los coches: permite avanzar y llegar a un sitio mejor. Sin ella no estaríamos motivados a vencer un desafío. Es una energía que nos impulsa a definir lo justo y lo injusto.