“Gaudencia, madre del alma” es, en su conjunto, una elegía escrita a la persona que con mayor plenitud me ha amado en la vida, hasta el extremo de que jamás me abandonó, por arduas que se tornasen las circunstancias. Espíritu sensible y artista completa, irradiaba luz constantemente, erigiéndose en ejemplo de humanismo cristiano para generaciones pasadas, actuales y futuras.
No transcurre un solo día desde esta orfandad umbrosa donde me dejó, muy a su pesar, aquella durísima tarde de invierno, en que no necesite su abrazo, sonrisa o esperanza. Perpetua en mi mente, al mismo sol eclipsa.
Abuela, amiga, maestra, orientadora… madre ante todo. Gaudencia García Seguín fue una mujer impar, extraordinaria. Gracias a su ayuda, tesón y buen hacer hoy estoy aquí, redactando las presentes líneas. Nadie merece más mi amor, mi reconocimiento y la gloria de la inmortalidad que este ángel en la Tierra que tanto nos dio desde el altruismo puro.