A veces solo se le aparecía Stephen. Pero no llevaba el uniforme de los Húsares. Llevaba un traje elegante, de banquero, o al menos así lo describiría Twelve, y la llevaba a una cafetería. O al teatro. O a la noria, en los prados que había al norte de la ciudad. Le decía que nunca la había viso tan hermosa, y en el sueño Twelve no distinguía si hablaba de ella o de Danubia. No sentía vértigo cuando la noria ascendía, pero se abrazaba a él y notaba un escalofrío. Le preguntaba por qué no llevaba el uniforme de los Húsares, y Stephen le susurraba algo al oído que Twelve nunca conseguía escuchar porque en ese momento se despertaba casi sin aliento.