Sin embargo, esos pueblos eran bárbaroi, extranjeros, y fueron agrupados (aunque nunca confundidos) con los tracios, los escitas y otros semejantes. ¿Solo porque no conocían el griego? No, pues el hecho de que no hablaran griego señalaba una separación más profunda: significaba que no vivían como griegos y que tampoco pensaban como éstos. La actitud que tenían ante la vida parecía ser distinta y, por mucho que un heleno pudiese admirar y hasta envidiar a un «bárbaro» por tal o cual razón, no podía evitar tener la certeza de esta diferencia.