Amy acababa de llegar a Mayville, un pueblo de Arizona casi fronterizo con México. Llevaba escaso equipaje, un coche no demasiado nuevo, la pensión por alimentos que le enviaba el abogado de su ex-marido y una insaciable sed de whisky. Le asestaron un limpio navajazo en pleno corazón: murió mientras dormía, totalmente borracha y completamente desnuda, como era habitual en ella. ¿Pistas? Al tonto del pueblo le gustaba espiar por la ventana del bungalow y había una avispa recién muerta dentro del flotador del inodoro.