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Libros
Sara Mesa

Cara de pan

La relación entre una adolescente y un hombre maduro que se encuentran en un parque. Una novela deslumbrante sobre tabús y miedos.
«La primera vez la coge tan desprevenida que se sobresalta al verlo.» El encuentro se produce en un parque. Ella es Casi, una adolescente de «casi» catorce años; él, el Viejo, tiene muchos más.
El primer contacto es casual, pero volverán a verse en más ocasiones. Ella huye de las imposiciones de la escuela y tiene difi cultades para relacionarse. A él le gusta contemplar los pájaros y escuchar a Nina Simone, no trabaja y arrastra un pasado problemático.
Estos dos personajes escurridizos y heridos establecerán una relación impropia, intolerable, sospechosa, que provocará incomprensión y rechazo y en la que no necesariamente coincide lo que sucede, lo que se cuenta que sucede y lo que se interpreta que sucede.
Una historia elusiva, obsesiva, inquietante y hasta incómoda, pero al mismo tiempo extrañamente magnética, en la que palpitan el tabú, el miedo al salto al vacío de la vida adulta y la dificultad de ajustarse a las convenciones sociales… La ambiciosa carrera literaria de Sara Mesa da un nuevo paso adelante con esta novela sobre dos seres desarraigados cuyos destinos se entrecruzan en un parque, una defensa de la inadaptación y la diferencia.
122 páginas impresas
Publicación original
2018
Año de publicación
2018

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Opiniones

  • lectorcitocompartió su opiniónhace 2 años
    👍Me gustó
    🔮Profundo
    🎯Justo en el blanco
    🚀Adictivo
    🐼Adorable

    Una historia tan turbadora como tierna que avanza con certeza y maestría

  • Abraham Gad Lozanocompartió su opiniónhace 5 años
    👍Me gustó

    Conmovedor. La escritora muestra la compleja relación tejida entre dos persona y lo retrata a modo de un episodio profundamente conmovedor.

  • Gilberto Julio Marquina Castillocompartió su opiniónhace 3 días
    👍Me gustó

Citas

  • Martha Alicia Bautista Garcíacompartió una citahace 8 horas
    A Nina, continúa, cuando ya era famosa y ganaba un montón de dinero, la acusaron de evasión fiscal y tuvo que marcharse de su país, ¡esa fue la manera en que los Estados Unidos se deshicieron de ella! ¿Qué significa evasión fiscal?, pregunta Casi, y para explicárselo el Viejo le habla de los impuestos –de la rebeldía que supone negarse a pagar ciertos impuestos–. ¿Es aceptable no pagar al Estado si el Estado hace cosas malas con nuestro dinero como, por ejemplo, matar gente? Casi ha escuchado a sus padres hablar de los impuestos y cree que hay que pagarlos obligatoriamente, porque
  • Martha Alicia Bautista Garcíacompartió una citahace 9 horas
    as pedradas de la gente –¿pues qué se creía esa mona pisando sus blancas aceras?–, y aun así seguía yendo, era valiente, ¡sí que le gustaba la música de verdad!
  • Martha Alicia Bautista Garcíacompartió una citahace 9 horas
    Con la torpeza de los nervios, se saca del bolsillo de la chaqueta unos auriculares, los desenrolla, los enchufa en un móvil y se concentra en apretar las teclas, muy despacio. Escucha, dice al fin, y le pasa los auriculares, que ella se coloca en las orejas de inmediato.

    Lo que sale del cable es una voz de mujer clara y grave, una voz ambigua, ligeramente masculina, estruendosa, pero con el estruendo limpio de una ola que se estrellara contra un malecón, una voz que la envuelve y la lleva hacia arriba y luego hacia abajo, y de fondo un saxo, o una trompeta –eso Casi no lo sabe–, un instrumento de viento que se entremezcla con la voz, trenzándose con ella, instrumento con voz y voz con instrumento, subiendo y bajando como si compitieran o como si bailaran. Ella cierra los ojos, escucha, escucha con muchísima atención, aunque sin olvidarse del todo de que el Viejo la está mirando. Cuando la canción sube y sube y sube y finalmente se rompe antes de caer de golpe y acabar, le devuelve los auriculares y dice: qué bonito. El Viejo asiente, sonríe, le da las gracias. Él le da las gracias a ella, y no al revés, piensa Casi: qué extraño todo.

    Nina Simone, murmura el Viejo, esa es Nina Simone, pero Casi jamás ha oído ese nombre. Es posible que lo que más le guste en el mundo, dice el Viejo, después de los pájaros, o en la misma medida que los pájaros, sea la voz de esa mujer, lo cual, si uno lo piensa bien, viene a ser prácticamente la misma cosa. Era una mujer singular, le explica, toda su vida luchó por los suyos, pero no siempre fue bien comprendida, y cuando Casi le pregunta quiénes eran los suyos, el Viejo dice: ¡los negros! A Casi le ha gustado la canción, no le importaría nada escucharla otra vez, pero no le interesa tanto la historia que el Viejo le está largando ahora, llena de fechas y nombres y más fechas y nombres que consiguen que su atención se vaya irremediablemente hacia otra parte. Nina Simone, dice el Viejo, era un nombre artístico, del mismo modo que ellos se han puesto los suyos, Casi y Viejo, para escapar del nombre real, que es una cárcel. Cuando Nina era una niña que se llamaba Eunice estaban en vigor las leyes de Jim Crown –yimcraun, repite Casi–: separados pero iguales o cada uno por su lado, explica el Viejo, es decir, que blancos por aquí y negros por allá, nada de mezclas, pero allá que iba la pequeña Eunice todos los días a un barrio de blancos para asistir a sus clases de piano, todos los santos días recibiendo los insultos de la gente y

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