Dios ha concedido a la especie humana dos dones que la elevan sobre el resto de los seres vivos: la comunidad y la Razón. Gracias a la comunidad, la criatura que, separada de su grupo, estaría en desventaja respecto a todas las demás ocupa de hecho la cúspide de la creación. La comunidad nos permite someter a los animales y además, a pesar de ser criaturas terrestres, nos confiere el poder en otras esferas, como por ejemplo los mares. Nos protege de la enfermedad, nos proporciona apoyo y compañía en la vejez, nos consuela en la aflicción y nos hace invencibles siempre que la Fortuna se abate contra nosotros. No obstante, privar de ella al género humano es romper la unidad que sostiene su vida.