El mar ya casi termina

Mi territorio conocido.
El mar que me contiene.
El mar que se contiene entre sus lados.

Al día siguiente voy a la biblioteca

Cuando nadas una parte del agua te acompaña. Es la misma y está en todos lados, se queda atrás, te espera adelante, se mueve junto a ti como un animal que conoce tus secretos y por lo mismo puede ser peligroso porque, en cualquier momento, te da una buena mordida y te hunde en ella.

Cuando nadas una parte del agua te acompaña

Nadar es una repetición: avanzas, das una brazada, sigue otra, luego una más, impulsas el cuerpo.

solo quería nadar porque en el agua me encontraba en paz

Estoy por salir de la biblioteca porque dentro de poco va a sonar el timbre para regresar al salón, cuando la bibliotecaria vuelve con otro libro, mucho más pequeñito, que dice en la portada: Leyendas marinas de los mares irlandeses. Lo tomo y lo hojeo. La miro y ella asiente.

No sé qué sea, pero no voy a tener miedo. No importa. Miro la luz del atardecer, intento enfocar al sol y me digo: “seré un nadador olímpico”. Solo tengo nueve años, vivo en Coyoacán, es el año de las olimpiadas, estoy en tercero de primaria en el Colegio Alemán y ya sé lo que quiero ser de grande.

mismo tiempo, esa sensación me reta, me impulsa. Trato de quitármelo de encima. Ese “otro yo” no me va a vencer. No despego la mirada de lo que quiero. Ser nadador olímpico. Ganar una medalla. Creer en la locura. Soy un nadador, me repito cuando eso que había al fondo de la alberca termina por unirse a mí para siempre.

Soy un nadador.

Ahora lo sé.

Soy un nadador.

Seré un nadador olímpico como el Tibio Muñoz.