Libros
Alejandro Zambra

Tema libre

  • Amelia Gonzálezcompartió una citahace 4 años
    Cuando se dice que a un niño le gusta leer, lo que en rigor se dice es que le gustan ciertos libros, porque –esto suena a trabalenguas– si esos libros no estuvieran disponibles y hubiera otros y esos otros no le gustaran, a ese niño no le gustaría leer
  • Rafael Ramoscompartió una citael mes pasado
    Escribo muchísimo a mano y después en computador, pero a veces paso a mano lo que escribo en la pantalla. Agrando y achico la letra, cambio la tipografía, el interlineado y hasta el espacio entre los caracteres, como quien intenta reconocer un mismo cuerpo en diferentes disfraces. Y leo en voz alta, todo el tiempo: grabo y escucho los textos, porque me parece que una frase debe pasar también por esa prueba de sonido.
  • Rafael Ramoscompartió una citael mes pasado
    No creo que una función de la literatura sea imaginar el iPhone 18, pero sería absurdo comportarse como si los periódicos cambios tecnológicos experimentados en los últimos treinta años no hubieran alterado nuestra experiencia del mundo, nuestra vida cotidiana y nuestra forma de escribir.
  • Rafael Ramoscompartió una citael mes pasado
    La velocidad, por ejemplo: a fines de los años cincuenta, José Donoso era todavía muy lento tipeando, pero justamente por eso, cuando creía que un texto requería una velocidad distinta, escribía directo en la máquina. Mucho más rápido era Jack Kerouac, que escribió On the Road en un rollo de papel continuo, para no perder la inspiración mientras cambiaba de hoja. Truman Capote distinguía entre escritores y «tipeadores», categoría esta última que al parecer abarcaba al propio Kerouac y a todos los beatniks, a juicio de Capote más empeñados en la farragosa acumulación de frases que en verdaderas búsquedas estilísticas
  • Rafael Ramoscompartió una citael mes pasado
    «Nuestras herramientas de escritura también trabajan sobre nuestros pensamientos», decía Nietzsche, que con la adopción de la máquina de escribir, en el último tramo de su vida, cambió «los argumentos por aforismos, los pensamientos por juegos de palabras, la retórica por el estilo telegráfico», según dice Friedrich Kittler en su estudio Gramophone, Film, Typewriter. Desde Tom Sawyer –la primera novela escrita a máquina en la historia de la literatura–, pasando por los trabajos de poetas como e. e. cummings y bpNichol (entre tantísimos otros), hasta el consabido final vintage, las máquinas de escribir modificaron la producción literaria profundamente y en diversos sentidos.
  • Rafael Ramoscompartió una citael mes pasado
    «Debo permitir que mi yo se agrande por el mágico influjo de la grafología», dice, y enseguida precisa, cómicamente, su razonamiento: «Letra grande, yo grande. Letra chica, yo chico. Letra linda, yo lindo.»
  • Rafael Ramoscompartió una citael mes pasado
    ya que no podía cambiar la vida, el protagonista intenta cambiar la letra, por lo que se dedica a rellenar cuadernos procurando «reformar» su prosa manuscrita. Esta, como él dice, «autoterapia grafológica» no obedece, en apariencia, a un desafío literario: no pretende concretar el «libro sobre nada» que quería Flaubert, ni vindicar el método surrealista, sino indagar en la relación entre letra y personalidad. «Debo permitir que mi yo se agrande por el mágico influjo de la grafología», dice, y enseguida precisa, cómicamente, su razonamiento: «Letra grande, yo grande. Letra chica, yo chico. Letra linda, yo lindo.»
  • Rafael Ramoscompartió una citael mes pasado
    Nos costaba imaginar que los poemas y cuentos pudieran escribirse directamente en el computador. Quizás entendíamos que esos textos largos y llenos de borrones, pergeñados en el cuaderno o en la croquera, eran el poema; que esas manchas de vino o de ceniza también formaban parte del asunto. Pasarlo al computador, pasarlo en limpio, era someterlo a una pérdida importante, a un adelgazamiento: era aceptar que el poema estaba terminado, que estaba muerto
  • Rafael Ramoscompartió una citael mes pasado
    A un lado estaba el escritor viejo que termina su carrera como la mayoría de sus colegas, exitosos o no, es decir pontificando contra el presente, y deslizando la posibilidad de haber sido el último o el único, como si quisiera llevarse la literatura a la tumba, para que nadie más escriba. Al otro lado estaba el desafío de los escritores jóvenes, de los aprendices, como Julio, como nosotros: encontrarse con el peso de las palabras, reconquistar su necesidad, incluso cuando sabemos que se han vuelto todavía más transitorias, más perecederas, más borrables que nunca
  • Rafael Ramoscompartió una citael mes pasado
    Comparto el temor ante la presunta desaparición de los libros de papel, pero también suscribo el fervor ante el efecto democratizador de los libros electrónicos. No podría ser de otro modo, porque, como casi todos los de mi generación, crecí leyendo fotocopias: en la primera versión de mi biblioteca había algunos libros, pero los mayores tesoros eran los anillados de Clarice Lispector, de Emmanuel Bove, de Roland Barthes o de Mauricio Wacquez. Y las fotocopias de La nueva novela, de Juan Luis Martínez, de Proyecto de obras completas, de Rodrigo Lira, o de cualquier libro de Enrique Lihn nos parecían más valiosas que alguna onerosa primera edición de Neruda
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