Delicioso suicidio en grupo

Al camarada no se le dejaba ni solo ni vivo. Los soldados de la guerra de invierno cayeron codo con codo, y lo mismo harían los Suicidas Anónimos, sólo que en aquel caso el enemigo era aún más feroz que la temible Unión Soviética: se trataba de toda la humanidad, del mundo y de la vida misma.
En su situación, las diferencias sociales no tenían ninguna importancia

Al Club le pusieron de nombre Asociación Libre de Suicidas Anónimos

aceptaron de buena gana morir menos suntuosamente

Uula les dijo que no tenía intención de seguirles hasta el fin. Se quedaría con el aguatragedias contemplando cómo el autobús se precipitaba al océano Ártico desde el acantilado del Cabo Norte.

podían venderle treinta y tres botellas de aguardiente a un mismo borracho y éste se asomó para verlo. En cuanto le echó el ojo, supo que el finlandés era un profesional del ramo; autorizó la venta e incluso recomendó a su cliente algunos aquavits noruegos

Rankkala soltó una risita cínica. Las naciones cometían estupideces a la vista de todo el mundo, cuyas consecuencias dañinas había que corregir después en secreto

Para morir siempre había tiempo.

La idea de suicidarse se había desvanecido. Unos tienen que morir para que otros vivan…

En recuerdo del pionero que nos mostró el camino.

Pero rara es la ocasión en que un representante de la iglesia se queda sin palabras, y aquel curita no era la excepción.