El sentido de un final

La historia es la certeza obtenida en el punto en que las imperfecciones de la memoria topan con las deficiencias de documentación.»

¿Cuántas veces contamos la historia de nuestra vida? ¿Cuántas veces la adaptamos, la embellecemos, introducimos astutos cortes? Y cuanto más se alarga la vida, menos personas nos rodean para rebatir nuestro relato, para recordarnos que nuestra vida no es nuestra, sino sólo la historia que hemos contado de ella. Contado a otros, pero, sobre todo, a nosotros mismos

Pero el tiempo..., el tiempo primero nos encalla y después nos confunde. Creíamos ser maduros cuando lo único que hacíamos era estar a salvo. Pensábamos que éramos responsables pero sólo éramos cobardes. Lo que llamábamos realismo resultó ser una manera de evitar las cosas en lugar de afrontarlas. El tiempo..., que nos den tiempo suficiente y nuestras decisiones más sólidas parecerán temblorosas, nuestras certezas fantasiosas.

Qué había respondido Old Joe Hunt cuando afirmé a sabiendas que la historia eran las mentiras de los vencedores? «Bien, siempre que recuerdes que es también los autoengaños de los derrotados.» ¿Lo recordamos suficientemente cuando se trata de nuestra vida privada?

A veces pienso que el sentido de la vida es menoscabarnos para que nos reconciliemos con su pérdida final, demostrando, por mucho tiempo que tarde, que la vida no es tan buena como la pintan.

Es la impresión que da, de todos modos. La vida no es sólo una suma y resta. Es también la acumulación, la multiplicación de pérdidas, de fracasos.

Es la impresión que da, de todos modos. La vida no es sólo una suma y resta. Es también la acumulación, la multiplicación de pérdidas, de fracasos.

Pero el tiem‍­po..., el tiem‍­po pri‍­me‍­ro nos en‍­ca‍­lla y des‍­pués nos con‍­fun‍­de. Creía‍­mos ser ma‍­du‍­ros cuan‍­do lo único que ha‍­cía‍­mos era estar a salvo. Pen‍­sá‍­ba‍­mos que éra‍­mos res‍­pon‍­sa‍­bles pero sólo éra‍­mos co‍­bar‍­des. Lo que lla‍­má‍­ba‍­mos rea‍­lis‍­mo re‍­sul‍­tó ser una ma‍­ne‍­ra de evi‍­tar las cosas en lugar de afron‍­tar‍­las. El tiem‍­po..., que nos den tiem‍­po su‍­fi‍­cien‍­te y nues‍­tras de‍­ci‍­sio‍­nes más só‍­li‍­das pa‍­re‍­ce‍­rán tem‍­blo‍­ro‍­sas, nues‍­tras cer‍­te‍­zas fan‍­ta‍­sio‍­sas.

No abrí el sobre que me dio Ve‍­ro‍­ni‍­ca h

quién dijo lo de «la pe‍­que‍­ñez de la vida que el arte exa‍­ge‍­ra»?

Algún inglés dijo una vez que el matrimonio es una larga comida insulsa en que te sirven primero el postre.