Para que en el carácter de un ser humano se desvelen cualidades verdaderamente excepcionales hace falta tener la buena fortuna de poder observar sus actos durante muchos años. Si esos actos están despojados de todo egoísmo, si la idea que los guía es de una generosidad sin parangón, si hay certidumbre absoluta de que no ha buscado recompensa alguna y de que además ha dejado marcas visibles en el mundo, entonces se está, sin riesgo de error, ante un carácter inolvidable.