Nadie ha sabido conservar como tú la sangre fría. Tu rostro no refleja ninguna emoción. No es que finjas ignorarme, sino que ignoras mi presencia en todo el sentido de la palabra; no me escuchas ni me ves. ¿De dónde te viene tanta fuerza?
Abdel Rahim se levantó, excitado, y empezó a dar vueltas por la habitación; luego, con expresión adusta, se detuvo frente a su madre apoyando la mano derecha en el bastón:
- ¿Es ésta tu forma de castigarme? Sin duda, ya habías imaginado este encuentro, lo habías deseado y lo llevabas esperando mucho tiempo. Pensaste: «Algún día vendrá, cuando sea presa de una calamidad o una enfermedad.