Benjamín Labatut

Después de la luz

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  • David Olivarescompartió una citahace 8 días
    ven los ojos en la oscuridad? En el trabajo, cuando mis compañeros ya se habían retirado a sus casas, me quedaba frente a la pantalla del computador con los ojos cerrados. Trababa la puerta y bajaba las persianas. A pocos centímetros de mi cara, en el monitor pulsaba una luz de una frecuencia específica, descubierta por el pintor Brion Gysin, el gran amor de William Burroughs, quien empezó a ver alucinaciones mientras viajaba en tren y recibía los rayos del sol filtrados por una línea de árboles en el horizonte, un efecto estroboscópico que lo envolvió en hermosos patrones cambiantes. Durante los primeros días no tuve ningún resultado, luego empecé a distinguir algo. No eran colores sino sombras que se movían a gran velocidad, como si escaparan de algo justo más allá de mi vista. En casa reemplacé la luz por la privación de sentidos y las sombras adquirieron forma humana. Me acostaba en el living con los ojos cubiertos por dos pelotas de ping-pong cortadas por la mitad, escuchando estática de la radio con audífonos, viendo un baile de seres altos y alargados cubiertos de una sustancia brillante como el caparazón de los escarabajos. Seguí repitiendo la experiencia, que se volvió cada vez más detallada, hasta que mi mujer despertó gritando de una pesadilla. Ella también los había visto, retorciéndose a lo largo de mi cuerpo, justo por debajo de mi piel.
  • David Olivarescompartió una citahace 8 meses
    Henrieta Lacks murió el 12 de octubre de 1954, pero parió al ser humano del futuro. Extraídas de un tumor violáceo que crecía en su útero y que terminaría por colonizar la totalidad de su cuerpo, sus células fueron las primeras que se cultivaron de manera exitosa en un laboratorio. Virtualmente inmortales, no han dejado de reproducirse hasta el día de hoy. Su peso conjunto excede en más de quinientas veces el peso de su progenitora. Fue
  • David Olivarescompartió una citahace 8 meses
    Henrieta Lacks murió el 12 de octubre de 1954, pero parió al ser humano del futuro. Extraídas de un tumor violáceo que crecía en su útero y que terminaría por colonizar la totalidad de su cuerpo, sus células fueron las primeras que se cultivaron de manera exitosa en un laboratorio. Virtualmente inmortales, no han dejado de reproducirse hasta el día de hoy. Su peso conjunto excede en más de quinientas veces el peso de su progenitora. Fue el primer linaje celular utilizado en la vacuna de la polio, el estudio del HIV y múltiples tipos de cáncer, pero ha probado ser incontrolable, porque contaminó de forma irreversible cultivos de células en los lugares más remotos del planeta. Los experimentos a los que las células Hela han sido sometidas y su transferencia de genes con virus como el papiloma, las han dotado de un número anormal de cromosomas: 82, en comparación con los 46 de las células humanas. Se trata de una nueva especie, ligada al Homo sapiens pero fundamentalmente distinta.
  • David Olivarescompartió una citahace 8 meses
    La piel de gallina, el hueso de la cola, las muelas del juicio, el Tubérculo de Darwin, el órgano de Jacobson. Cinco vestigios de un ser distinto al que hoy somos. Ya no nos erizamos como un gato enfurecido, ni atrapamos aire para protegernos del viento glacial como las aves, pero nuestra piel recuerda sus viejas plumas y se tensa cuando el miedo, la belleza o el placer nos sobrecogen. Los demás vestigios los cargamos como fósiles en distintas partes de nuestro cuerpo: las vértebras fusionadas de nuestra cola arcaica escondidos al final de nuestra columna vertebral; cuatro dientes que ya no caben en nuestra boca; un nódulo en la hélix de nuestras orejas descrito por Darwin y que se preserva en solo el diez por ciento de la humanidad; y las ruinas de un órgano ubicado entre nuestra boca y nariz con que podríamos oler feromonas y cazar en la oscuridad como las serpientes.
  • David Olivarescompartió una citahace 8 meses
    palomas eran inocentes. En 1964, Arno Penzias y Robert Woodrow Wilson intentaban eliminar un zumbido de fondo que registraba la antena del enorme radiotelescopio en que trabajaban, ya que estropeaba sus experimentos. La señal provenía de todas las direcciones al mismo tiempo y estaba presente día y noche. Luego de descartar que viniera de Nueva York (el telescopio estaba ubicado en Crawford Hill, Nueva Jersey) la Tierra, la luna o el sol, examinaron el interior de la antena y descubrieron que estaba cubierta de mierda de palomas. El telescopio era parte de los Laboratorios Bell, con oficinas a lo largo del país, así que capturaron a las aves y las enviaron por correo interno lo más lejos que pudieron. Las palomas eran mensajeras y regresaron en cosa de semanas. Consiguieron una escopeta. Les dispararon a quemarropa, refregaron la mierda de la antena de manos y rodillas. El ruido perduró. Habían descubierto la radiación del fondo cósmico, las primeras notas de la música universal, eco del Big Bang.
  • David Olivarescompartió una citahace 8 meses
    Las palomas eran inocentes. En 1964, Arno Penzias y Robert Woodrow Wilson intentaban eliminar un zumbido de fondo que registraba la antena del enorme radiotelescopio en que trabajaban, ya que estropeaba sus experimentos. La señal provenía de todas las direcciones al mismo tiempo y estaba presente día y noche. Luego de descartar que viniera de Nueva York (el telescopio estaba ubicado en Crawford Hill, Nueva Jersey) la Tierra, la luna o el sol, examinaron el interior de la antena y descubrieron que estaba cubierta de mierda de palomas. El telescopio era parte de los Laboratorios Bell, con oficinas a lo largo del país, así que capturaron a las aves y las enviaron por correo interno lo más lejos que pudieron. Las palomas eran mensajeras y regresaron en cosa de semanas. Consiguieron una escopeta. Les dispararon a quemarropa, refregaron la mierda de la antena de manos y rodillas. El ruido perduró. Habían descubierto la radiación del fondo cósmico, las primeras notas de la música universal, eco del Big Bang.
  • David Olivarescompartió una citahace 8 meses
    raptan sus hermanos de la orden del Monte Carmelo. Dos días arriba de una mula con los ojos vendados. Su celda de la prisión-convento Nuestra Señora del Carmen de Toledo no tiene ventanas. La luz entra por una ranura luego de atravesar un largo pasillo, solo un par de horas al día. Estrecha como un closet, es incapaz de ponerse de pie. Lo sacan únicamente para azotarlo. Primero a diario, luego tres veces por semana, y finalmente solo los viernes, ya que responde al suplicio con silencio, de rodillas frente al círculo de cuarenta religiosos que se turnan la varilla. Le ofrecen riqueza, salvación y gloria. San Juan de la Cruz decide comer sardinas del suelo, beber el agua que se empoza, lamiendo como un perro. La lana de su túnica, tiesa de sangre y excremento, se pega a las costras de su espalda, la piel de sus pies se descascara por el frío. Tras nueve meses, escapa con la ayuda de un guardia. Corre por las calles de Toledo bajo la luna llena. Se desploma en los brazos de un grupo de carmelitas. Las descalzas le ofrecen peras con
  • David Olivarescompartió una citahace 8 meses
    raptan sus hermanos de la orden del Monte Carmelo. Dos días arriba de una mula con los ojos vendados. Su celda de la prisión-convento Nuestra Señora del Carmen de Toledo no tiene ventanas. La luz entra por una ranura luego de atravesar un largo pasillo, solo un par de horas al día. Estrecha como un closet, es incapaz de ponerse de pie. Lo sacan únicamente para azotarlo. Primero a diario, luego tres veces por semana, y finalmente solo los viernes, ya que responde al suplicio con silencio, de rodillas frente al círculo de cuarenta religiosos que se turnan la varilla. Le ofrecen riqueza, salvación y gloria. San Juan de la Cruz decide comer sardinas del suelo, beber el agua que se empoza, lamiendo como un perro. La lana de su túnica, tiesa de sangre y excremento, se pega a las costras de su espalda, la piel
  • David Olivarescompartió una citahace 8 meses
    raptan sus hermanos de la orden del Monte Carmelo. Dos días arriba de una mula con los ojos vendados. Su celda de la prisión-convento Nuestra Señora del Carmen de Toledo no tiene ventanas. La luz entra por una ranura luego de atravesar un largo pasillo, solo un par de horas al día. Estrecha como un closet, es incapaz de ponerse de pie. Lo sacan únicamente para azotarlo. Primero a diario, luego tres veces por semana, y finalmente solo los viernes, ya que responde al suplicio con silencio, de rodillas frente al círculo de cuarenta religiosos que se turnan la varilla. Le ofrecen riqueza, salvación y gloria. San Juan de la Cruz decide comer sardinas del suelo, beber el agua que se empoza, lamiendo como un perro. La lana de su túnica, tiesa de sangre y excremento, se pega a las costras de su espalda, la piel de sus pies se descascara por el frío. Tras nueve meses, escapa con la ayuda de un guardia. Corre por las calles de Toledo bajo la luna llena. Se desploma en los brazos de un grupo de carmelitas. Las descalzas le ofrecen peras con canela, lo único que su cuerpo puede soportar, pero el hombre siente que la muerte le ha seguido los pasos y dicta las primeras treinta estrofas del Canto Espiritual, compuestas durante su noche oscura del alma. Convalece dos meses en un hospital, poco más que piel sobre huesos, tan cercano a su prisión que puede ver los muros tras los cuales encontró el rostro de su Dios.
  • David Olivarescompartió una citahace 8 meses
    Lo raptan sus hermanos de la orden del Monte Carmelo. Dos días arriba de una mula con los ojos vendados. Su celda de la prisión-convento Nuestra Señora del Carmen de Toledo no tiene ventanas. La luz entra por una ranura luego de atravesar un largo pasillo, solo un par de horas al día. Estrecha como un closet, es incapaz de ponerse de pie. Lo sacan únicamente para azotarlo. Primero a diario, luego tres veces por semana, y finalmente solo los viernes, ya que responde al suplicio con silencio, de rodillas frente al círculo de cuarenta religiosos que se turnan la varilla. Le ofrecen riqueza, salvación y gloria. San Juan de la Cruz decide comer sardinas del suelo, beber el agua que se empoza, lamiendo como un perro. La lana de su túnica, tiesa de sangre y excremento, se pega a las costras de su espalda, la piel de sus pies se descascara por el frío. Tras nueve meses, escapa con la ayuda de un guardia. Corre por las calles de Toledo bajo la luna llena. Se desploma en los brazos de un grupo de carmelitas. Las descalzas le ofrecen peras con canela, lo único que su cuerpo puede soportar, pero el hombre siente que la muerte le ha seguido los pasos y dicta las primeras treinta estrofas del Canto Espiritual, compuestas durante su noche oscura del alma. Convalece dos meses en un hospital, poco más que piel sobre huesos, tan cercano a su prisión que puede ver los muros tras los cuales encontró el rostro de su Dios.
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