Alex me levanta las piernas con suavidad y las apoya en el suelo. A continuación, me separa las rodillas y se sienta entre ellas, dándome la espalda, apoyando su cabeza en mi pecho y su cuerpo en el mío. La mecedora es lo suficientemente grande como para que entremos los dos, si yo muevo el trasero para atrás. Levanto los brazos de los reposabrazos y le rodeo la cintura con ellos, nos mecemos en un agradable balanceo durante un buen rato, sin decirnos nada, hasta que comienza a acariciarme la piel de los muslos con la yema de sus dedos; entonces, el movimiento de la silla se detiene. Mi corazón también.