Padre, si uno ha sido primero ofendido por Dios, aplastado, masacrado, ¿está en la obligación de mantener con Él una buena relación?
—No entiendo, hijo.
—Si el pecador no es uno, padre, sino Él, ¿es nuestro deber sostener ese vínculo, aunque sepamos que es malsano y que no nos conviene?
—Hijo, si no tienes pecados y no estás arrepentido no puedo confesarte.