José Ovejero

Cuentos para salvarnos todos

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  • martecompartió una citahace 5 meses
    Mi primer insulto se estrelló contra su expresión de quien se sabe injustamente maltratado, pero cuya bondad le impide devolver mal por mal. El segundo resbaló contra su espalda inexpugnable. Y luego, cuando llevaba ya un rato contemplando impotente la puerta cerrada, me di cuenta de mi equivocación: estaba actuando de manera opuesta a nuestra doctrina; estaba suponiendo que mi dolor y mi rabia eran asunto mío, con lo que robaba a los demás y a mí misma la posibilidad de compartir nuestras vidas
  • martecompartió una citahace 5 meses
    Para representar una escena del Último tango me pidió mi colaboración. No nos hablamos en tres días.
  • martecompartió una citahace 5 meses
    Carlos Borromeo, sabiendo que sólo la entrada de Margarita en un convento permitiría anular el matrimonio, la fue convenciendo poco a poco para que hiciese la prueba, no de manera definitiva, sino para examinar la profundidad de su vocación. Margarita, que se sentía resbalar hacia una sima sin fondo, optó por la supervivencia: vivir retiradamente pero en este mundo sólo le ofrecía la resignación y la amargura, el recuerdo de un pasado que no llegó a consumarse. La entrada en el convento, la búsqueda de la vocación, ponía ante ella una tarea que concedía un sentido a su vida. Decidió ofrecer su sacrificio a Dios Nuestro Señor.

    Sin embargo, cuando las puertas del convento se cerraron tras ella, Margarita Farnesio prorrumpió en gritos de desesperación. Vincenzo jamás volvería a abrazarla.
  • martecompartió una citahace 5 meses
    Es cierto que Carlos Borromeo era persona admirada por su rectitud, pero Margarita debía haberlo sospechado: los hombres sólo admiran a los calaveras y a los abstinentes, pues únicamente la desmesura les parece digna de elogio; jamás admirarían al marido fiel, ni desearían imitar al hombre tierno y comprensivo capaz de anteponer los intereses de su esposa a los propios. ¿Cómo iba Carlos Borromeo a derrochar en ella la compasión que negaba a su mismo cuerpo? De su árida castidad no podía manar la condescendencia
  • martecompartió una citahace 5 meses
    Cuando le llegó el turno, Margarita cerró los ojos para evitar la mirada de conmiseración de las otras cuatro mujeres, quienes, acostumbradas a la humillación de vivir de la caridad ajena y a todas las demás a que eran sometidas en pago por dicha caridad, se daban cuenta de cuánta vergüenza debía de estar pasando esa niña habituada al respeto y la intimidad. Una vez que los médicos abandonaron el aposento, las cuatro huérfanas rodearon a Margarita, dándole la protección que ellas hubiesen deseado tantas veces para sí mismas
  • martecompartió una citahace 5 meses
    «Aceptaré vuestra orden», dijo a esas dos figuras que de repente le parecían las de dos enemigos. «No conseguiréis vuestro propósito», se dijo a sí misma, y a ellos se lo indicó mediante la mueca amarga con que se despidió. Vincenzo, que aún no había comprendido la metamorfosis de su esposa, se estremeció al descubrir en ella un gesto de tal dureza en un rostro al que por lo general sólo asomaban sonrisas o pucheros
  • martecompartió una citahace 5 meses
    De pronto había comprendido no sólo que la traición existe, sino también que los sentimientos son los centinelas adormilados que le dejan la vía libre. Al dominar sus sentimientos, Margarita se desdobló, se convirtió en dos personas en constante lucha, característica que es propia de los adultos
  • martecompartió una citahace 5 meses
    pues ninguna medicina surte efecto cuando el alma está acongojada
  • martecompartió una citahace 5 meses
    .

    Pero, si así lo preferís, seguid fingiendo temer más la soledad que la muerte. Haced como que esta página no existe, que nunca, fue escrita. Mejor, arrancadla del libro después de haberla leído. Y si queréis, continuad soñando el sueño de los justos. De los mentirosos.

    Yo, mientras tanto, arrancaré un nombre al olvido: devolveré a la vida a alguien que, hace cuatro siglos, murió solo. Seré yo quien le coja la mano. Lloraré por él. Y espero que este cuento, y estas palabras, cuando alguien las lea, dentro de muchos años, me devuelvan a mí la vida, aunque sólo sea fugazmente
  • martecompartió una citahace 5 meses
    Y a que de vosotros no quede siquiera un recuerdo, una imagen que perpetúe vuestra existencia, salvo algunas fotos amarillentas sobre las que nadie sabrá identificaros. No es la soledad lo terrible, sino el olvido.
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