—¿Aún no estás lista? —preguntó con un tono de impaciencia.
—Sí, papá —replicó ella—. Solo me queda darme un toque de maquillaje.
—Apostaría cualquier cosa a que Miguel Ángel invirtió menos tiempo en pintar la Capilla Sixtina que lo que tarda una mujer en arreglarse —dijo Jim MacKenzie en voz baja, pero audible—.