«me agitaba, y derramaba, y esparcía, y hervía con mis fornicaciones, y Tú callabas, oh tardo gozo mío»[1]. Y en otro pasaje dice: «De esa manera llega el hombre a verse disipado en los asuntos y negocios temporales; sus pensamientos, que son las entrañas íntimas del alma, se ven despedazados por tumultuosos y tensos conflictos de encontrados afectos, y toda su vida interior convertida en un espantoso desorden y destrucción»