Libros
Bernhard Schlink

Amores en fuga

Parecía que sobre el pasado de Alemania ya estaba todo dicho. Hasta que apareció El lector y se convirtió en un best-seller en todo el mundo. Ahora, este nuevo y esperado libro de Bernhard Schlink, con sus historias sutiles e irresistibles, viene a demostrar que tampoco está todo dicho sobre el amor. A lo largo de siete relatos se presenta el amor como atracción y como huida en todas sus formas: anhelos reprimidos y malentendidos involuntarios, audaces huidas e infidelidades surgidas de la desesperación, la fuerza inexorable de la costumbre, el peso de la culpa y la autonegación.

Todos los protagonistas son de algún modo víctimas de su época. En su amor por un cuadro, un joven tropieza insospechadamente con el pasado de Alemania. Una pareja de Berlín Oriental practica la traición mutua para salvar su matrimonio. Un ex progre aburguesado maniobra entre los arrecifes de su matrimonio liberal y sus amoríos convencionales, hasta que el barco se hunde y las olas lo arrojan adonde nunca había pensado llegar. Un estudiante alemán en Nueva York recurre a medios inhabituales para demostrar su amor por una judía americana. Amores en fuga es además una colección de relatos de la gran ciudad y de una generación desorientada que cae una y otra vez en las trampas de su pasado.

«Schlink escribe una prosa clara, precisa y cuidada que no tiene parangón en la literatura alemana contemporánea» (Christopher Ecker, Berliner Zeitung).

«Siete historias de amor -o dicho más precisamente, de malentendidos amorosos— de Bernhard Schlink, el autor de El lector, en las que reencontramos su formidable sentido del relato» (Libération).

«Ojalá tuviéramos más autores tan fabulosos como Bernhard Schlink» (Marcel Reich-Ranicki, Das Literarische Quartett).
280 páginas impresas
Publicación original
2002
Año de publicación
2002
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Citas

  • Adal Cortezcompartió una citahace 2 años
    ¿Es posible enamorarse de la misma persona por segunda vez? ¿Qué pasa si la segunda vez ya conocemos al otro demasiado bien? ¿Será cierto que para enamorarse es necesario desconocer todavía al otro, que el otro tenga aún espacios en blanco sobre los que uno pueda proyectar sus propios deseos? ¿O quizá, llegado el caso, la proyección puede ser tan intensa que no sólo cubra con sus ilusiones los espacios en blanco del otro, sino todo el mapa que ya nos hemos hecho de él? ¿O quizá se puede amar a alguien sin proyectarse en él?
  • Adal Cortezcompartió una citahace 2 años
    De todos modos, ninguno de los dos abandonó el dormitorio común. Ella habría podido dormir en su despacho y él en una de las habitaciones de los niños, que ahora estaban libres. Pero ninguno de los dos estaba dispuesto a romper de esa manera con los rituales de desnudarse, dormirse, despertarse y levantarse juntos.
  • Adal Cortezcompartió una citahace 2 años
    En cualquier caso, lo de hacer el amor se acabó, no aquella misma mañana, pero sí al cabo de algún tiempo. En algún momento los dos dejaron de dar el primer paso, aunque ambos habrían estado dispuestos a reaccionar al primer paso del otro. Les quedaba un poco de deseo, el justo para dar el segundo paso, pero no el primero.

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