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Libros
Mircea Cartarescu

Solenoide

Considerada unánimemente por la crítica la obra cumbre de Mircea Cărtărescu hasta el momento, “Solenoide” es una novela monumental en la que resuenan ecos de Pynchon, Borges, Swift y Kafka.
Estamos ante el largo diario de un escritor frustrado que desgrana su infancia y su adolescencia en los arrabales de una ciudad comunista, devastada, gris y fría —una Bucarest alucinada, dotada de una melancolía abrumadora—. Profesor de Rumano en un instituto de barrio, con una carrera literaria fracasada y una profesión que no le interesa, compra una casa antigua con forma de barco, construida por el inventor de un solenoide, que alberga una extraña maquinaria: un sillón de dentista dotado de un tablero de mandos. Pronto intima con una profesora que ha sido captada por una secta mística, la de los piquetistas, que organizan manifestaciones nocturnas por los cementerios de la ciudad y por la Morgue. Mientras tanto, el narrador se enfrenta a alucinaciones que le revelan la verdad de su existencia.
Solenoide es la piedra de toque en torno a la que gravitan el resto de las ficciones de Cărtărescu. Una obra que atrae todas las pistas, los temas, las obsesiones literarias de un autor genial que se ha ido convirtiendo, poco a poco, en un escritor de culto.
Genialidad, locura y grandeza. La última y más madura novela del rumano Mircea Cărtărescu, uno de los más poderosos escritores europeos actuales, en una obra que le ha llevado a ser comparado con Pynchon, Kafka y Kundera.
1.092 páginas impresas
Propietario de los derechos de autor
Bookwire
Publicación original
2018
Año de publicación
2018

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Opiniones

  • idoiagamindecompartió su opiniónel mes pasado
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Citas

  • Matu Garcíacompartió una citahace 4 años
    Han pasado ya más de tres meses desde que escribo aquí, en esta soledad animal en la que vivo desde que tengo uso de razón
  • Rosy Antuñanocompartió una citahace 3 años
    Prácticamente, en cada instante de nuestra vida realizamos una elección o una ráfaga de aire nos arrastra por un pasillo y no por otro. La línea de nuestra vida real se endurece después, se fosiliza y adquiere coherencia —pero también la simpleza del destino—, mientras que las vidas que habrían podido ser, que habrían podido desprenderse a cada momento de la ganadora, quedan reducidas a líneas de puntos, fantasmales: creodas, transiciones de fase cuántica, traslúcidas y fascinantes como los brotes que vegetan en el invernadero. Parpadeo ahora y mi vida se ramifica, porque habría podido no parpadear y entonces habría sido otro, cada vez más alejado del que ha parpadeado, como las calles radiales que parten de una plaza estrecha. Al final quedaré envuelto, como un capullo, por los hilos transparentes de millones de vidas virtuales, de los billones de caminos que podría haber tomado realizando un cambio infinitesimal en el ángulo de avance
  • Mario Baronacompartió una citahace 3 años
    La idea de que habito en un animal, de que incluso en la biblioteca, mientras leo los Prolegómenos de Kant o A la sombra de las muchachas en flor, albergo en mi interior entrañas pegajosas, sistemas y aparatos gorgoteantes, sustancias nutritivas y sustancias pútridas, de que mis glándulas secretan hormonas, de que mi sangre transporta azúcar, de que tengo flora intestinal, de que en mis neuronas unas bolsas llenas de sustancias químicas descienden por microtubos y las liberan en los espacios entre las sinapsis, de que todo eso sucede sin mi conocimiento ni mi voluntad, por razones que no son las mías, me resulta incluso hoy en día monstruosa, el producto de una mente saturnina y sádica, que ha recorrido probablemente eones para imaginar cómo se puede humillar, aterrorizar y torturar con mayor crueldad una conciencia. Sí, vivo en un animal compartimentado, resbaladizo, mucilaginoso, en continuo tormento por una bocanada de aire, un tubo que aspira materia estructurada y elimina materia desestructurada, que se arrastra un nanosegundo en una mota de polvo de un universo grandioso y abyecto, mirando hacia arriba, a través de la película de la atmósfera, hacia las otras motas de polvo más cercanas desperdigadas por la bóveda celeste. Esperando algo, algo que no llegará nunca, durante toda la eternidad.

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