Benedetta Craveri

La cultura de la conversación

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  • José Motillacompartió una citahace 3 años
    esperanza de recuperar el eco de ese «estilo medio» en el que a los lectores de la época les gustaba reconocerse
  • Ana Luelmocompartió una citahace 2 años
    Pero era precisamente por su variedad y por su maravillosa ligereza por lo que la conversación de Ninon era tan buscada: fuego sagrado y purificador, el esprit había hecho de Mademoiselle de Lenclos una honnête femme también a los ojos de la terrible Princesa Palatina487, y había transformado la casa de la rue des Tournelles en el último santuario mundano del siglo que tocaba a su fin.
  • Ana Luelmocompartió una citahace 2 años
    Lenclos no puede aceptar la invitación: fiel a sí misma, se preparaba a afrontar serenamente los achaques de la vejez, convencida de que «si se tienen amigos, algo de libertad y el consuelo de la filosofía, puede vivirse todo lo bien que lo permite la edad. El alma sufre sólo cuando está fuera de su esfera».
  • Ana Luelmocompartió una citahace 2 años
    En Ninon, la voluntad de gozar libremente la vida y de dominarse con firmeza era inseparable de la absoluta autonomía intelectual y el gusto por la provocación.
  • Ana Luelmocompartió una citahace 2 años
    En una sociedad rígidamente jerárquica, donde la fortuna de un individuo estaba estrechamente ligada a la de su familia y a la de sus amistades, la cultura mundana había introducido un nuevo criterio de juicio, basado en el simple reconocimiento del mérito personal. No era fácil, pero podía ocurrir que una reputación brillante sirviese, a falta del pleno derecho de ciudadanía, de pasaporte eficaz para tener acceso al mundo de los privilegiados y probar suerte.
  • Ana Luelmocompartió una citahace 2 años
    La olímpica serenidad con que Ninon adoptó el oficio de cortesana era reflejo de un aguerrido epicureísmo. Muy joven se había formado con la lectura de Montaigne y había frecuentado los ambientes libertinos, contándose entre sus amantes Des Barreaux, el rey de los impíos; pero debía su educación moral y filosófica a SaintÉvremond, amigo de toda la vida que en su vejez le dedicó, como a una «moderna Leoncio», su discurso Sur la morale d’Épicure.
  • Ana Luelmocompartió una citahace 2 años
    Ninon tenía una idea muy elevada de su «precio»; imponía, como ellas, sus condiciones y sus gustos; sin embargo, su opción de vida era diametralmente opuesta a la de las cultivadoras de la Carte de Tendre. Sustituía la religión del amor por el culto del placer, y ponía al lado de éste la amistad pura, libre de cualquier ambigüedad sentimental.
  • Ana Luelmocompartió una citahace 2 años
    «Creo que te amaré durante tres meses. ¡Para mí, eso es el infinito!»
  • Ana Luelmocompartió una citahace 2 años
    Nacida como un puro entretenimiento, como un juego destinado a la distracción y al placer recíproco, la conversación obedecía a leyes severas que garantizaban la armonía en un plano de perfecta igualdad. Eran leyes de claridad, de mesura, de elegancia, de respeto por el amor propio ajeno. El talento para escuchar era más apreciado que el talento para hablar, y una exquisita cortesía frenaba la vehemencia e impedía el enfrentamiento verbal.
  • sebalidijovercompartió una citahace 3 años
    Ahora bien, la conversación no era sólo una huida del mundo: era una educación para el mundo, y también la única de la que muchos podían disfrutar. Su utilidad resultaba tan evidente que hasta los diccionarios exaltaban sus virtudes: «Se ha de amar la conversación: es la riqueza de la sociedad, y gracias a ella se estrechan y se afianzan las amistades», se lee en el de Richelet. «La conversación pone en obra los talentos de la naturaleza y los refina. Purifica y endereza el espíritu y constituye el gran libro del mundo»757. Madame de Sévigné recomendaba a Madame de Grignan que encontrase un poco de tiempo para conversar con su nieta de quince años, porque supondría para ella una enseñanza más útil que cualquier literatura758; pasado un siglo, Madame Necker quería que, siendo aún niña, su hija se sentase a su lado, en un escabel, para escuchar las charlas que se mantenían en su salón. En la conversación era donde se aprendían «las bellezas de la lengua»759, se formaba el gusto y se adquiría, sin esfuerzo y sin dificultad, la cultura ecléctica y brillante tan necesaria para vivir en sociedad
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