Libros
Pablo Casacuberta

El mar

  • Andréscompartió una citahace 2 años
    Incitado por su perseverancia, vuelvo a mi puesto de vigilancia cerrando aún más los intersticios de mis dedos, de tal forma que toda luz no proveniente del exterior del tren sea excluida de mi vista

    El hombre mirando a través de la ventana del tren. Todo oculto salvo lo que hay afuera. Un visor con la mano. Qué escena.

  • Elida Cristina Sosacompartió una citahace 2 años
    iñas pronuncia regularmente una palabra terminada en ar, y su recurrencia me hace recordar el mar previo a este túnel, ese plato marrón interminable en el que había perdido los ojos durante una buena media hora, y que se había ido expandiendo desde la fóvea hasta abarcar las zonas más periféricas e inciertas de la retina, mar con ruido de tren que ahora se me figuraba tan ancho como este túnel sin presumibles bordes. Habían pasado por encima de ese mar, no flotando sino toscamente superpuestos, una serie de espectros que en un hombre cabalmente despierto se llamarían recuerdos, pero que en aquella duermevela apenas alcanzaron un breve alumbramiento de la vista, como ése
  • Elida Cristina Sosacompartió una citahace 2 años
    Habían pasado por encima de ese mar, no flotando sino toscamente superpuestos, una serie de espectros que en un hombre cabalmente despierto se llamarían recuerdos, pero que en aquella duermevela apenas alcan
  • Elida Cristina Sosacompartió una citahace 2 años
    Una de las niñas pronuncia regularmente una palabra terminada en ar, y su recurrencia me hace recordar el mar previo a este túnel, ese plato marrón interminable en el que había perdido los ojos durante una buena media hora, y que se había ido expandiendo desde la fóvea hasta abarcar las zonas más periféricas e inciertas de la retina, mar con ruido de tren que ahora se me figuraba tan ancho como este túnel sin presumibles bordes.
  • Elida Cristina Sosacompartió una citahace 2 años
    Habían pasado por encima de ese mar, no flotando sino toscamente superpuestos, una serie de espectros que en un hombre cabalmente despierto se llamarían recuerdos, pero que en aquella duermevela apenas alcanzaron un breve alumbramiento de la vista, como ése que se da en la calle, no en el momento justo en que se reconoce a alguien sino en el instante inmediatamente anterior, cuando su figura parece gritar en voz baja su pertenencia al conjunto de las cosas conocidas.
fb2epub
Arrastra y suelta tus archivos (no más de 5 por vez)