Stephenie Meyer

Crepúsculo, décimo aniversario

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  • gisellramirez1992compartió una citahace 5 años
    No hay en todo el vasto y oscuro mundo de espectros y demonios ninguna criatura tan terrible, ninguna tan temida y aborrecida, y aun así aureolada por una aterradora fascinación, como el vampiro, que en sí mismo no es espectro ni demonio, pero comparte con ellos su naturaleza oscura y posee las misteriosas y terribles cualidades de ambos.

    Reverendo Montague Summers
  • Liz Rowancompartió una citahace 5 años
    Edythe poseía algo que confundía mi sentido de la realidad
  • Liz Rowancompartió una citahace 5 años
    Debía de ser porque nadie estaba tan pendiente de Edythe como yo. Nadie más la miraba de la forma en que yo lo hacía. Era patético, y un tanto acosador.
  • Liz Rowancompartió una citahace 5 años
    —¿Quieres que eche el cerrojo a las puertas mientras masacras a todos estos incautos pueblerinos? —susurré
  • Liz Rowancompartió una citahace 5 años
    Volvió a sonreír. Hasta ese instante, jamás le había visto vestido de negro, y el contraste con la piel pálida convertía su belleza en algo totalmente irreal.
  • Liz Rowancompartió una citahace 5 años
    —Lo siento —me disculpé.

    Miró al techo.

    —Tienes mucho por lo que disculparte.

    —¿Por qué debería disculparme?

    —Por estar a punto de apartarte de mí para siempre.

    —Lo siento —pedí perdón otra vez.
  • Liz Rowancompartió una citahace 5 años
    Y entonces escuché mi sonido favorito sobre cualquier otro en el mundo: la risa tranquila de Edward, temblando de alivio.
  • Liz Rowancompartió una citahace 5 años
    Vislumbré con tal claridad su rostro que casi podía oír su voz, y en ese momento, a pesar del horror y la desesperanza, me sentí feliz.
  • Liz Rowancompartió una citahace 5 años
    o quizás a algún paraje remoto en el que nos hubiéramos tumbado al sol, juntos otra vez. Me lo imaginé en la playa, con su piel destellando como el mar. No me importaba cuánto tiempo tuviéramos que ocultarnos.
  • Araceli Almanzacompartió una citahace 5 años
    Eran cinco. No conversaban ni comían pese a que todos tenían delante una bandeja de comida. No me miraban de forma estúpida como casi todos los demás, por lo que no había peligro: podía estudiarlos sin temor a encontrarme con un par de ojos excesivamente interesados. Pero no fue eso lo que atrajo mi atención.

    No se parecían lo más mínimo a ningún otro estudiante. De los tres chicos, uno era fuerte, tan musculoso que parecía un verdadero levantador de pesas, y de pelo oscuro y rizado. Otro, más alto y delgado, era igualmente musculoso y tenía el cabello del color de la miel. El último era desgarbado, menos corpulento, y llevaba despeinado el pelo castaño dorado. Tenía un aspecto más juvenil que los otros dos, que podrían estar en la universidad o incluso ser profesores aquí en vez de estudiantes.

    Las chicas eran dos polos opuestos. La más alta era escultural. Tenía una figura preciosa, del tipo que se ve en la portada del número dedicado a trajes de baño de la revista Sports Illustrated, y con el que todas las chicas pierden buena parte de su autoestima solo por estar cerca. Su pelo rubio caía en cascada hasta la mitad de la espalda. La chica baja tenía aspecto de duendecillo de facciones finas, un fideo. Su pelo corto era rebelde, con cada punta señalando en una dirección, y de un negro intenso.

    Aun así, todos se parecían muchísimo. Eran blancos como la cal, los estudiantes más pálidos de cuantos vivían en aquel pueblo sin sol. Más pálidos que yo, que soy albina. Todos tenían ojos muy oscuros, a pesar de la diferente gama de colores de los cabellos, y ojeras malvas, similares al morado de los hematomas. Era como si todos padecieran de insomnio o se estuvieran recuperando de una rotura de nariz, aunque sus narices, al igual que el resto de sus facciones, eran rectas, perfectas, simétricas.
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