La ira

Deseas que todo sea bueno y bueno tú también que lo deseas,

se enfada con aquellos a los que respeta y con los que son más fuertes que nosotros, «porque es imposible temer y enfadarse al mismo tiempo

Uno no se enfada o se enfada poco –continúa Aristóteles, con una curiosa comparación– con los que se someten. «El hecho de que la ira se apacigüe frente a quien se humilla,

Por el contrario, los iracundos son sustancialmente inseguros y parecen tanto más irascibles cuanto más inseguros están de sí mismos y de su propio papel.

El manso, al estar dotado de autoestima y sabiendo juzgar perfectamente el comportamiento de los otros, no tiene necesidad de estar siempre en guardia contra el inexistente reconocimiento de su importancia y no es sensible a los insultos menores o carentes de fundamento. El manso no es vengativo y tiende a perdonar, pero mantiene siempre tensos los nervios del alma para combatir la injusticia.

Es importante observar que el sufrimiento está ligado al deseo de restaurar el estado de cosas anterior;

sino también al placer derivado de la esperanza o la fantasía de venganza, un placer de la imaginación que tiene algo de sueño en cuanto satisfacción previa y alucinatoria del deseo

En la Grecia antigua se intenta moderar la ira –considerada por los órficos y por los pitagóricos junto con el remordimiento, la tristeza y el odio uno de los cuatro ríos de los Infiernos

por qué te equivocas contigo mismo al querer ser malo tú entre tantas cosas buenas?

¿te gustan tus calzados y carece de valor para ti tu propia alma?