Es común, en el caso de sectas o cultos, ubicar el epicentro del horror en los delitos sexuales cometidos por sus líderes. Pero éstos son meros síntomas o consecuencias, como tantas otras, de la raíz del mal: el abuso de poder, la coerción impune y la manipulación de las conciencias. El viaje hacia la sumisión psíquica sigue varios pasos.