La preservación también orienta las decisiones y acciones de la bibliotecología. Se protegen desde el punto de vista físico las colecciones –los libros, revistas, folletos, etcétera–, y con ello las ideas de los autores, para facilitar el intercambio de opiniones sin limitaciones geográficas o cronológicas –el diálogo entre autores y lectores antiguos, actuales y futuros–; se resguarda la cultura y las distintas convicciones políticas, ideológicas, artísticas y religiosas. En resumen, al conservar las ideas y los sentimientos se atesora la historia del pensamiento y la cultura universal; de allí que en esta tarea debe prevalecer la objetividad del bibliotecario.