Perfectos mentirosos 2

—Siempre fuiste tú —no pude evitar decir.

—¿Hum?

—Para ella —aclaré—. Siempre fuiste tú el que ella amó

porque el tiempo no cura nada, solo te ayuda a acostumbrarte al dolor hasta que entiendes que debes resignarte y vivir con él.

—Te mueres por mí, ¿cierto? —le pregunté en un tono de burla nada cruel.

—Como no tienes una idea.

Eso de ser por completo cursis y respetuosos era demasiado aburrido, así que quise molestarlo también.

—Yo no necesito estar ebrio para verte atractiva.

Bueno, si lo analizaba, eso era yo en la vida: una payasa. No, no una payasa, el circo entero.

Sabes que no debes demostrar nada, pero es difícil porque por dentro estás ardiendo.

Y crees que tienes el control solo porque tú eres el origen, pero es ese sentimiento el que en cualquier momento puede manejarte.

El dolor de alguien que pasó por tu vida y te rompió de alguna manera siempre debe ser respetado. No importa si a otros les están sucediendo cosas peores, cualquier cosa que te lastime, cualquier cosa que altere tu mundo de forma negativa, importa.

Comentario importante: los tres siguen estando buenísimos.