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Gilberto Giménez Montiel

Teoría y análisis de la cultura. Volumen I

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    En cuanto saber práctico de sentido común, como dice Moscovici, las representaciones sociales permiten a los actores sociales adquirir conocimientos e integrarlos en un marco asimilable y comprensible para ellos, en coherencia con su funcionamiento cognitivo y con los valores a los que se adhieren. Por otro lado, facilitan la comunicación social e incluso es la condición necesaria de la misma. También definen el marco de referencia común que permite el intercambio social, la transmisión y la difusión de ese saber “ingenuo”. Finalmente, ponen de manifiesto ese esfuerzo permanente del hombre por entender y comunicarse que, según Moscovici,
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    constituye la esencia misma de la cognición social.
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    La coexistencia de ambas lógicas permite explicar y comprender, por ejemplo, por qué la representación integra a la vez lo racional y lo irracional; por qué tolera e integra contradicciones aparentes; y por qué los razonamientos que genera pueden parecer “ilógicos” o incoherentes.
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    la centralidad de un elemento no puede relacionarse exclusivamente con una dimensión cuantitativa. Por el contrario, el núcleo central tiene antes que nada una dimensión cualitativa. No es la presencia importante de un elemento lo que define su centralidad —lo cual lo distingue de los “prototipos” de Rosch—, (28) más bien es el hecho de conferir su significación a la representación.
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    Dentro de la representación será el elemento más resistente al cambio. En efecto, cualquier modificación del núcleo central acarrea una transformación completa de la representación. Plantearemos, por lo tanto, que la identificación de ese núcleo central permite el estudio comparativo de las representaciones. Para que dos representaciones sean diferentes, deben estar organizadas alrededor de dos núcleos centrales diferentes.
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    El núcleo central —o núcleo estructurante— de una representación garantiza dos funciones esenciales: 1) una función generadora: elemento mediante el cual se crea o se transforma la significación de los otros elementos constitutivos de la representación. Por su conducto, esos elementos adquieren un sentido y un valor; 2) una función organizadora: el núcleo central determina la naturaleza de los vínculos que unen entre sí los elementos de la representación. Es, en este sentido, el elemento unificador y estabilizador de la representación.
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    Por el contexto social, en segundo lugar. Es decir, en parte por el contexto ideológico, y en parte también por el lugar del individuo o del grupo respectivo en el sistema social. “La significación de una representación social se halla siempre imbricada o anclada en significaciones más generales que intervienen en las relaciones simbólicas propias de un campo social determinado”.
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    Por el contexto discursivo, en primer lugar. Es decir, por la naturaleza de las condiciones de producción del discurso a partir del cual va a formularse o a ser detectada una representación. En la medida en que en la mayoría de los casos son producciones discursivas las que permiten el acceso a las representaciones, es necesario analizar sus condiciones de producción y tener en cuenta que la representación obtenida a partir de ellas ha sido producida en situación, para un auditorio ante el cual se pretende argumentar y convencer, (11) y que la significación de la representación social dependerá, por lo menos en parte, de las relaciones concretas que se verifican en el tiempo de una interacción
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    Para nosotros, el punto de partida de esta teoría radica en el abandono de la distinción clásica, particularmente desarrollada en los enfoques behavioristas, entre sujeto y objeto. En efecto, la teoría de las representaciones plantea que “no existe un corte radical entre el universo exterior y el universo interior del individuo (o del grupo).
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    Cuando, por ejemplo, un individuo o grupo expresa una opinión, es decir, una respuesta respecto de un objeto o situación, dicha opinión en cierta forma es constitutiva del objeto, lo determina. El objeto se reconstruye entonces de modo que resulte consistente con el sistema de evaluación utilizado por el individuo. Dicho de otro modo, un objeto no existe en sí mismo; sólo existe para un individuo o grupo y en relación con ellos. Por lo tanto, es la relación sujeto–objeto la que determina al objeto mismo. Una representación siempre es la representación de algo para alguien. Y como lo dice Moscovici, esta relación, “este vínculo con el objeto es parte intrínseca del vínculo social y por eso mismo debe ser interpretado dentro de este marco”. (3) Por tanto, la representación siempre es de carácter social.
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    Hemos afirmado anteriormente que uno de los componentes fundamentales de la representación era su significación. Y esta significación está doblemente determinada por efectos de contexto.
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