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Jean Genet

Diario del ladrón

«1932. España estaba entonces llena de parásitos, sus mendigos. Íbamos de pueblo en pueblo, por Andalucía porque hace calor, por Cataluña porque hay dinero, pero todo el país nos era propicio. Así que fui un piojo más, y con conciencia de serlo. En Barcelona frecuentábamos sobre todo la calle del Mediodía y la calle del Carmen. A veces dormíamos seis en una cama sin sábanas y al amanecer íbamos a mendigar por los mercados. Salíamos en grupo del Barrio Chino y nos desperdigábamos por el Paralelo con un cesto colgado del brazo porque las amas de casa preferían darnos un puerro o un nabo antes que un céntimo. A eso de las doce volvíamos con lo cosechado y nos preparábamos una sopa. Voy a describir las costumbres de los parásitos.»

Tras la reedición en 2021 de «Diario del ladrón» en Francia, siguiendo el texto original de 1948 y recuperando términos, frases y hasta párrafos censurados en su momento por pornográficos, se hacía urgente una nueva traducción de este monumento poético y erótico de la literatura del siglo XX.
295 páginas impresas
Propietario de los derechos de autor
Bookwire
Publicación original
2024
Año de publicación
2024
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Opiniones

  • Ismael Esono Esono mayecompartió su opiniónhace 4 meses
    👎Olvídalo

    Interesante

Citas

  • Luli Serrano Eguiluzcompartió una citael mes pasado
    «Haremos frente a los vientos, a la lluvia, a los golpes.»
  • Luli Serrano Eguiluzcompartió una citael mes pasado
    Tierra adentro, recorría paisajes de peñas afiladas que roían el cielo hasta desgarrar el firmamento. Esa indigencia rígida, seca y perversa desafiaba la mía y también mi ternura humana. Me invitaba, con todo, a la dureza. Me sentía menos solo al descubrir en la naturaleza una de mis cualidades esenciales: el orgullo. Quería ser una roca entre las demás. Era feliz siéndolo, y me sentía orgulloso. Así me agarraba al suelo. Tenía compañeros. Sabía lo que era el reino mineral.
  • Luli Serrano Eguiluzcompartió una citael mes pasado
    Las miradas que intercambiaban los dos amigos —y a veces sus palabras— eran la emanación más sutil de un rayo de amor lanzado desde el corazón de cada uno de ellos. Un rayo de luz tenue y delicadamente trenzado: un rayo de amor hilvanado.

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