Decidió amar a aquel monstruo, amar la fealdad salida de su vientre, donde lo había fabricado, y encumbrarlo devotamente. Dentro de sí misma dispuso un altar donde colocó la imagen del monstruo. Con cuidados piadosos, con manos suaves a pesar de las callosidades por las tareas cotidianas, con la testarudez propia de los desesperados, se enfrentó al mundo, al mundo enfrentó ella el monstruo