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Libros
Elaine Vilar Madruga

El cielo de la selva

La selva marca la pauta: las mujeres deben parir y criar a sus hijos para volverlos el alimento de la selva. Y la selva es “un dios hambriento como todos los dioses del mundo”. Quienes viven en las inmediaciones de ese ente insondable, aceptan le pacto: el tributo es el costo de sobrevivir. Elaine Vilar evoca a Medea para plantear un universo implacable en el que las mujeres pueden dar vida, pero el mundo externo las devora. ¿Acaso la naturaleza tiene una noción de justicia? Esta magnífica obra es una alegoría sobre eso y sobre la maternidad y los cuerpos de la mujer. También lo es sobre los ritos y la cosmogonía selvática. Terror polifónico, una escritura salvaje que esconde la puerta indetectable del miedo. Cada paso, cada pisada, se escucha en este libro. Y hay tantas selvas como miedos.
260 páginas impresas
Propietario de los derechos de autor
Bookwire
Publicación original
2024
Año de publicación
2024
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Opiniones

  • Carolinacompartió su opiniónhace 5 meses
    👍Me gustó
    🔮Profundo
    🎯Justo en el blanco
    🚀Adictivo

    Que increíble novela, macabra, cruel, bellamente grotesca como lo es la vida aquí representada por la selva y como destruye a la mujer desde que es madre y engendra a su hija, me encantó!

  • Cleo Letrascompartió su opiniónhace 3 meses
    🚀Adictivo

    La selva es la madre tenebrosa y un dios mezquino, escrito desde esa metáfora, es un terror latinoamericano. Magistral.

  • laralalaecompartió su opiniónhace 15 días
    👍Me gustó
    🔮Profundo
    🚀Adictivo

    🤯

Citas

  • Griscompartió una citahace 22 días
    La naturaleza de la muerte es una para todos, es un idioma común de las especies.
  • Alejandra Muñoz Luciocompartió una citahace 17 minutos
    a cuerazos, a nalgadas hasta que escupiéramos la risa y la maldad a puro golpe
  • Elizabeth Alvarez Josécompartió una citahace 1 hora
    Ha vuelto por uno de nosotros, pero no sabe el monstruo que ahora tenemos el cuchillo y que ya sabemos lo que es matar, que la sangre no nos asusta, que Ifigenia ya no es Ifigenia sino un montón de carne. Somos muchos. No vamos a dejar que el monstruo venga y se crea el dios de este sitio, y nos arranque el cielo de la selva, ni se lleve a nadie más. Apenas podemos verlo en la noche roja. Sus manos cargan a la niñita que ha probado la carne de Ifigenia y luego huye en la oscuridad.

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