A campo traviesa

Irma Dávalos trabaja su sustancia —la palabra—, materia de consistencia acuática, acuosa, antes de verterla en el vaso que la moldeará —la frase, la metáfora, la imagen— tiene la tenacidad del escultor frente a la dura y enorme piedra

la mutua contemplación, la adolescente de “Londres”[12] que se deja absorber por los ojos del amado en una contemplación que “formaba un río que nos impedía dejarnos de mirar”. Idéntico misterio que se revela, doble, en una pequeña parcela de flores

poco importa encontrarle sentido a lo irracional: de todas maneras ocurre, está ahí, es. Vida y muerte se confunden, despiadadas, inextricables, en una fraternidad

Así, el autor escribe para dirigirse a la libertad de los lectores… La obra de arte es un acto de confianza en la libertad de los hombres… Uno no escribe para esclavos. El arte de la prosa es solidario del único régimen donde la prosa tiene sentido: la democracia… Escribir es una cierta manera de querer la libertad, y quien ha empezado a hacerlo está, lo quiera o no, comprometido.”

La escritura de Inés Arredondo tiene el don de nombrar, la lucidez descarnada de una conciencia sin veladuras ni concesiones; la penetración de un mirar que, de tan despojado, recobra esa inocencia infantil que no distingue entre

Olvidar la perdida memoria”, “recordar lo que no se recuerda”, es la función de la escritura, la puerta correcta por atravesar hacia el puente que liga a los dos mundos en sus múltiples dimensiones espacio-temporales; una escritura pulida, igualmente pluridimensional, cromática, polimorfa

El hombre es el ser frente a quien ningún otro ser puede permanecer imparcial, ni siquiera Dios. Pues si Dios existiera, como bien lo vieron ciertos místicos, estaría en situación respecto al hombre

último suspiro del moro), cuyo lenguaje es tan generoso y rico en matices como el de José Saramago, o más por su múltiple identidad, ha ingresado en el índice inquisitorial del Islam que lo declaró sacrílego, apóstata, sedicioso, causa por la cual es perseguido en el mundo entero

Si la persona no está comprometida con la esperanza, vive lo demoniaco… Somos libres, y éste es el infierno… Mi reino es de este mundo…”

En efecto, lo que Sartre y Camus plantearon, entre otros, es un asunto de vida o muerte: “Si en nada creemos, si nada tiene sentido y ningún valor podemos afirmar, entonces cualquier cosa es posible y nada tiene importancia alguna. El asesino no es justo ni injusto