El gentil monstruo de Bruselas o Europa bajo tutela

Se presenta como un ente inmisericordemente filantrópico. Sólo quiere lo mejor para nosotros. Cual tutor bondadoso, se preocupa por nuestra salud, nuestros modales y nuestra moral. En ningún caso cuenta con la posibilidad de que nosotros mismos sepamos lo que es bueno para nosotros; a sus ojos, somos demasiado impotentes e incapaces para ello. Por eso necesitamos ser atendidos y reeducados a fondo.
Fumamos; comemos demasiada grasa y azúcares; colgamos crucifijos en las aulas; acaparamos bombillas ilegales; ponemos a secar la ropa al aire libre, cuando éste no es su lugar. ¡Adónde iríamos a parar si pudiéramos decidir nosotros mismos a quién queremos alquilar nuestra vivienda! ¿Es admisible que haya desviacionistas que paguen sus jubilaciones de empresa como les da la gana y que en Madrid o Helsinki quieran implantar un límite de velocidad que diverge de la euronorma? ¿Acaso no es necesario que en todas partes, sin consideración alguna del clima y de la experiencia, se utilicen exactamente los mismos materiales de construcción? ¿Puede quedar al arbitrio de cada país lo que ocurre en sus escuelas y universida

tenía en mente, eso sí, la tutela sin violencia de una burocracia ilustrada, sino la dominación indisimulada de los dictadores:

No construye una nueva cárcel para los pueblos sino un correccional al que incumbe la supervisión, bondadosa pero severa, de los encomendados a su protección. En el mejor de los casos, la vida de sus pupilos será regulada y normalizada de manera central por un pormenorizado reglamento interior que abarque desde la fijación del subsidio de vivienda hasta la definición del menú sano. Ahora bien, reeducar a quinientos millones de personas es una tarea hercúlea en la que ya se herniaron regímenes de muy distinta índole. Cabe dudar de si nuestros tutores dan la talla.

quién no.
Eso sí, la Unión Europea puede vanagloriarse de practicar un régimen sin precedentes históricos. Su originalidad consiste en que actúa sin violencia.

aunque recuperar los derechos naturales y, de bestia, volver a ser hombre deberían ser las cosas que más tendría que desear.»

En cambio, un primer ministro luxemburgués al parecer puede permitirse reprochar a la cancillera de un país vecino su «manera antieuropea» si las decisiones de ésta le desagradan; y no hace mucho, José Manuel Barroso, el presidente de la Comisión, llegó a afirmar que aquellos Estados miembros que se oponían a sus planes no actuaban «de acuerdo con el espíritu europeo». (Quiso forzar un nuevo impuesto e intervenir, mediante un subterfugio, en las legislaciones presupuestarias de los Parlamentos nacionales cuando se negociara el presupuesto europeo.) Cuesta creer que el espíritu que invocaba haya descendido precisamente sobre la cabeza de un lugarteniente no electo. Es una idea bastante abstrusa la de que el personal de la Unión decida quién es un buen europeo y quién no.

Otros miran con envidia el éxito económico de China, que presuntamente se debe a que sus miles de millones de súbditos inhabilitados no tienen más remedio que acatar las sabias decisiones del partido gobernante.

La Unión Europea lo sabe todo mejor que nosotros.

Se refieren a toda clase de configuraciones fantasiosas de cierta belleza. Tampoco en alemán la palabra significa necesariamente un monstruo, sino que puede designar también un sueño o una visión; eso sí, lo admito, también denota algo irrealizable o aventurero, un espejismo o una fantasmagoría.

un callejón sin salida y es incapaz de dar marcha atrás, ¿no provoca su propia derrota?