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Mario Satz

Pequeños paraísos

  • Miguel Ángel Vidaurrecompartió una citael año pasado
    el blanco y el rojo, la luna y el sol, lo femenino y lo masculino, la luz y la sangre. En los parterres de los claustros se cultivaban flores de ambos colores para el culto, y su cromatología era, además, un trasunto de los colores del manto del Maestro: púrpura por fuera y albo por dentro.
  • Miguel Ángel Vidaurrecompartió una citael año pasado
    En el Zhongguo o País del Medio llaman a la rosa mei o megui. Si pensamos que en mei se dibuja el signo para wang (‘rey’), junto al de chih (‘que indica una marcha, un progreso’) volvemos a toparnos con la idea de la rosa como símbolo de un ascenso de lo inferior a lo superior. Ahora bien, puesto que el rey o wang es aquél capaz de unificar los tres mundos—tierra, hombre y cielo—, la rosa será una suerte de foco de meditación para lograrlo, y eso tanto en Oriente como en Occidente. Se cree que la Rosa alba pasó a ser el emblema de la Virgen María alrededor del siglo XIII, cuando ya la perfumada sombra pagana que había otorgado visos eróticos a esa flor estaba lo bastante alejada del horizonte moral de la época para qu
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    Es difícil saber si fueron los griegos, los egipcios o los romanos quienes manipularon esos injertos, pues el punto culminante de la experiencia humana con rosas no se alcanzará hasta el siglo XVII, época en que los holandeses, con su habitual pasión y delicadeza, cruzando rosas Alba con Damasco de Otoño, obtuvieron la rosa de cien pétalos conocida como Provenza o Rose des peintres. Cuando nuestra cultura botánica creó esta maravilla, llamada Rosa centifolia, la jardinería alcanzó su mayoría de edad y se preparó, en su apartado de rosas, para iniciar una expansión extraordinaria.
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    rosarios—sesenta cuentas el cristiano, noventa y nueve el musulmán—todos evocan un retorno al sí mismo y aluden al misterio de la identidad, misterio que, por otra parte, la rosa ejemplifica, entre todas las flores, de manera soberbia, por cuanto señala un espinoso camino cuya culminación es la apertura del alma. En efecto, la rosa es un símil de la psique, de sus inflorescencias y posibilidades aromáticas, de su belleza y secretos.
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    En árabe ward (‘rosa’) y wird (‘ejercicio de reflexión’) poseen la misma raíz trilítera, y, según cuenta Shah, lo
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    los cristianos, al adoptar el rosario de los sarracenos, tradujeron erróneamente el-wardia (‘el recitador, el meditador’) por «otra palabra, casi la misma en el sonido original, que significaba ‘rosario’».26 De hecho, el rosario o mala, como se dice en sánscrito, procede de la India y ya en el Gita se dice que su hilo es el alma o atma que enhebra todos los mundos y seres. Guénon recuerda que el rosario católico se reza siguiendo un particular ritmo respiratorio y otros autores evocan—para explicar sus efectos—el origen material de este instrumento de meditación: unas bolitas de pétalos machacados a cuyo contacto se desprende el perfume de las rosas de las que proceden.
  • Miguel Ángel Vidaurrecompartió una citael año pasado
    Los orientales nunca hemos concebido la naturaleza en forma de un poder opuesto o enfrentado a nosotros. Por el contrario, la naturaleza ha sido nuestra constante amiga y compañera, en la que siempre hemos confiado plenamente, a pesar de los frecuentes terremotos que asolan nuestro país.
  • Miguel Ángel Vidaurrecompartió una citael año pasado
    Los orientales nunca hemos concebido la naturaleza en forma de un poder opuesto o enfrentado a nosotros. Por el contrario, la naturaleza ha sido nuestra constante amiga y compañera, en la que siempre hemos confiado plenamente, a pesar de los frecuentes terremotos que asolan nuestro país.
  • Miguel Ángel Vidaurrecompartió una citael año pasado
    Fue a partir del período Kamakura (1185-1333) que los monjes o sacerdotes budistas y shintoístas se convirtieron en los más grandes jardineros. El más famoso de todos ellos, Musō Soseki (1275-1351), fue, además, poeta y calígrafo. Pensador de las pequeñas cosas del clima y devoto de los silencios vegetales, Soseki es, todavía hoy, una autoridad a consultar cuando se labra un terreno o se desvía un manantial. Puesto que en el shintoísmo—la religión nacional del Japón, animista y ecológica antes de que la asociáramos siquiera con esa palabra—
  • Miguel Ángel Vidaurrecompartió una citael año pasado
    Fue a partir del período Kamakura (1185-1333) que los monjes o sacerdotes budistas y shintoístas se convirtieron en los más grandes jardineros. El más famoso de todos ellos, Musō Soseki (1275-1351), fue, además, poeta y calígrafo. Pensador de las pequeñas cosas del clima y devoto de los silencios vegetales, Soseki es, todavía hoy, una autoridad a consultar cuando se labra un terreno o se desvía un manantial. Puesto que en el shintoísmo—la religión nacional del Japón, animista y ecológica antes de que la asociáramos siquiera con esa palabra—
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