Ser «post-humanista» equivale a denunciar estas ilusiones y sus consecuencias: el antropocentrismo que separa radicalmente la especie humana de los otros seres vivos, los oprime o los destruye; la ficción de un sujeto que ignora todos los determinismos (inconscientes, económicos, culturales, ideológicos, sociales…) que limitan su libertad y su lucidez. El humanismo tradicional y moderno sería además una invención de Occidente, etnocentrista, sexista, colonialista e imperialista.