Max Hastings

La Guerra De Churchill

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Churchill fue el líder de guerra más grande de Gran Bretaña y, hasta 1940, la nación le había seguido de una manera extraordinaria. Pero a partir de entonces —sostiene Max Hastings— hubo una profunda división entre el dirigente y el pueblo británico hasta tal punto que, en 1942, su popularidad tocó fondo en medio de una sucesión ininterrumpida de derrotas en el campo de batalla. Algunos de sus colegas más cercanos se unieron para que abandonase su papel de director de guerra. Hastings ofrece una nítida imagen del primer ministro en el triunfo y la tragedia, como cuando la impulsividad de Churchill amenazó con perder casi todas las tropas desplegadas en el noroeste de Francia. La unidad británica en tiempos de guerra se vio empañada cada vez más por los disturbios de los trabajadores, con muchas huelgas en las minas y las industrias. Hastings proporciona además nuevas perspectivas sobre el dirigente inglés basándose en la opinión de los soldados británicos, los civiles y los periódicos de la época, y condena algunas de sus acciones fallidas, como su intento de promover levantamientos de masas en la Europa ocupada y  su impensable plan para liberar Polonia, que implicaba una ofensiva aliada contra los rusos. Este libro no sólo supone un retrato íntimo y afectuoso de Churchill como el  salvador de Gran Bretaña, sino también un examen implacable del papel que jugó la nación durante la guerra.
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1.104 páginas impresas
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Citas

  • Maggie Hallercompartió una citahace 6 años
    Era un guerrero desde lo más profundo de su alma, un hombre que se sentía realizado en el campo de batalla. Era uno de los pocos primeros ministros británicos que había matado hombres con su propia mano, en Om
  • Maggie Hallercompartió una citahace 6 años
    Es paradójico, pero cierto, que los británicos, pese a su sospechoso desagrado por todo lo que brilla, están empezando a creer que estarían más seguros con un poco de dinamita alrededor»
  • Maggie Hallercompartió una citahace 6 años
    en 1914, el historiador A. G. Gardiner hizo una valoración extraordinariamente perspicaz y admirable de Churchill, que, sin embargo, finalizaba con una conclusión errónea: «“No perdamos de vista a Churchill” debería ser la contraseña hoy día.

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