Cuna: lo colocáis en ella y, si se resiste a tumbarse, basta con dejarlo sentado. Si se levanta, no se lo impidáis. Tras dejarlo, separaos de la cuna a una distancia que impida que el niño os pueda coger (sin exagerar, bastará con un metro más o menos) y actuad como si no ocurriera nada fuera de lo habitual. Para él lo será y mucho, por lo que no os extrañe que empiece a llorar. No olvidéis que debéis mostraros muy convencidos de lo que hacéis.