Tomé un cuchillo de sierra grande de un cajón de la cocina y me levanté la camisa. Me puse la punta del cuchillo en el centro del pecho y cerré los ojos. Pensé que eso haría que mejoraran las cosas, todos serían más felices sin mí. Desapareciendo yo, creía que su sufrimiento y el mío terminarían. Al final, sentí mucho miedo de lo que estaba a punto de hacer. Ahora, cuando lo recuerdo me doy cuenta claramente de que percibía que el problema era mi existencia, debido al trato desdeñoso que sentía que recibía en mi niñez.