El cuento transcurre en una aldea donde la gente desconoce el miedo. Un anciano gruñón desciende de una montaña negra del Famatina, vistiendo una ropa muy particular y una gran bolsa sobre su hombro. Él encarnaba al mismísimo susto. Se produjeron alteraciones bruscas en el ambiente al presentarse el viejo, lo que provocó un intenso temor por parte de todos los presentes. Lucía, la más pequeña, aunque veía el poder que el viejo tenía sobre el ambiente y las personas, lo enfrentó con valentía y coraje. La gente celebró con ella a viva voz, repitiéndole: en este pueblo ¡No estamos para sustos!