Cuando una mujer tiene que encontrar una forma nueva de vivir y rompe con la historia social que ha borrado su nombre, se espera que se odie a sí misma atrozmente, que enloquezca de dolor, que llore arrepentida. Son las joyas reservadas para ella en la corona del patriarcado, siempre a su disposición. No faltan las lágrimas, pero es mejor atravesar la oscuridad negra y azulada que quedarse con esas joyas que nada valen.