El estado de derecho

Este análisis fue llevado hasta sus últimas consecuencias por KELSEN (1934), para quien el Estado es en realidad otro nombre del orden jurídico; así, la expresión “Estado de derecho” no sería más que un pleonasmo.

el Estado es, en efecto, un concepto cuya consistencia es, en principio, jurídica, el cual no podría ser aprehendido sino por medio del prisma del derecho; la noción toma cuerpo a través de un “status”, que le hace existir como entidad jurídica, mediante la definición de un conjunto de propiedades, de una serie de atributos que le son reconocidos.

a diferencia del Estado “despótico”, basado “en la fe” y fundado sobre un principio de sujeción total al poder, el Estado monárquico funciona “según la ley” y alude a la protección de las libertades individuales y a la limitación del poder; el Estado de derecho así fundado habría después acomodado sus fundamentos con el desarrollo del liberalismo y con los progresos del ideal democrático.

BARRET-KRIEGEL (1979)

es como si ellas estuvieran cada vez más golpeadas por la obsolescencia; a fuerza de servir demasiado, las palabras terminan por gastarse, por perder su poder evocador y su alcance simbólico, transformándose en simples referencias rituales.

el concepto de Estado de derecho corre el fuerte riesgo de ser víctima de un efecto de moda: omnipresente en el discurso político, se convirtió en una de esas palabras “llave maestra”, “ómnibus”, con múltiples significados, sirviendo de garantía y de cobertura a los proyectos más contradictorios, por lo cual su uso tiende a banalizarse y a ritualizarse.

el Estado de derecho se oponía notablemente al modelo británico de la Rule of law, difundido, bajo diversas modalidades, en el mundo anglosajón.