Corey Robin

El miedo

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  • Mario Alberto Castelán Florescompartió una citahace 3 años
    “Dos guerras mundiales en una sola generación, separadas por una ininterrumpida serie de guerras locales y de revoluciones, y la carencia de un tratado de paz para los vencidos y de un respiro para el vencedor, han desembocado en la anticipación de una tercera guerra mundial entre las dos potencias mundiales que aún existen. Este instante de anticipación es como la calma que sobreviene tras la extinción de todas las esperanzas”.
  • Mario Alberto Castelán Florescompartió una citahace 3 años
    el terror total quizá no serviría como base de una nueva moralidad o una nueva política; no era un “mal radical”, sino un síntoma de la “trivialidad del mal”, de la nimiedad que, en última instancia, subyace y acompaña a lo terrible. Insistiendo en la trivialidad del terror total, trató no de reducirlo al mínimo, sino de negar su profundidad moral, de ver en él no un argumento para lo nuevo, sino la infeliz persistencia de lo antiguo.
  • Mario Alberto Castelán Florescompartió una citahace 3 años
    Para Arendt, el terror total estaba destinado a escapar de las cargas psicológicas del yo, a destruir la libertad y la responsabilidad individuales. Era una forma de “mal radical” que buscaba erradicar no a los judíos ni a los kulaks (campesinos adinerados rusos), sino a la condición humana
  • Mario Alberto Castelán Florescompartió una citahace 3 años
    Tocqueville pensaba que no sólo no era necesario un líder para forjar una mayoría, sino que la mayoría excluye la mera idea de liderazgo. Logran su unanimidad sin líderes ni acuerdos conscientes para someterse a la mayoría. Esta ausencia de líderes, de deliberación y de acuerdo razonado y consciente —de hecho, de individualidades particulares— hacía de la mayoría una fuerza más insidiosa y amenazadora que los tiranos del pasado.
  • Mario Alberto Castelán Florescompartió una citahace 3 años
    La masa tiránica, creía Tocqueville, representaba un nuevo tipo de animal político que blandía nuevos instrumentos.
    No empuñaba las “torpes armas de cadenas y verdugos”,17 más bien deambulaba por el país cargando con monótona uniformidad los sentimientos. El nuevo agente del miedo era una mayoría que ejercía el poder no con los tradicionales oficios o armas del Estado, sino mediante los mecanismos sociales de la opinión popular y las creencias comunes.

    Dentro de la mayoría no era posible identificar a un líder. “No se encuentra a nadie —escribió Tocqueville— cuya influencia en las masas sea especial, o mayor, o más duradera.”
  • Mario Alberto Castelán Florescompartió una citahace 3 años
    Tocqueville transformó completamente el significado y las funciones del miedo político y apuntó a un alejamiento permanente de los mundos de Hobbes y de Montesquieu. Redefinido como ansiedad, el miedo dejó de interpretarse como herramienta de poder, más bien era un estado psíquico permanente de las masas.
  • Mario Alberto Castelán Florescompartió una citahace 3 años
    La ansiedad de los ciudadanos de Tocqueville, por el contrario, no se concentraba en ningún daño específico, la suya era una vaga aprensión por el ritmo de los cambios y la licuefacción de referentes comunes. Dudosos del perfil de su mundo, trataban de fundirse en las masas, pues sólo en la unidad encontraban cierta sensación de conexión, o se sometían a un Estado todopoderoso, represivo, que les devolvía una sensación de autoridad y permanencia. La ansiedad, pues, era producto no de un poder intimidatorio —como el miedo había sido para Hobbes y el terror para Montesquieu—, sino de la condición existencial de las mujeres y los hombres modernos. La ansiedad no era una reacción ante el Estado represivo, era producto de éste
  • Mario Alberto Castelán Florescompartió una citahace 3 años
    Hay muchos que fingen que los cañones están dirigidos a ellos, cuando en realidad están en la mira de anteojos de teatro.

    BERTOLT BRECHT
  • Mario Alberto Castelán Florescompartió una citahace 3 años
    Así pues, en Cartas persas veremos la siguiente explicación del miedo, la cual nos ayuda a entender no sólo los límites de Del espíritu de las leyes y posteriores explicaciones del mismo, sino también, sugeriría yo, los verdaderos rostros del miedo. Primero, el miedo no es la antítesis de la razón, prospera en un análisis instrumental de costo-beneficio. El miedo no sólo coexiste con esta racionalidad, como lo demostró el eunuco, lo estructura y realza. No hay duda de que esta racionalidad tiene límites, reproduce las condiciones que impiden que esposas y eunucos alcancen la felicidad plena, pero debido al costo de desafiar sus dictados, en cierta forma tiene sentido actuar en función de él. Segundo, el miedo surge de una amplia gama de simpatías, deseos y aspiraciones que suelen motivar a hombres y mujeres y se vincula con ellas. Al miedoso no le falta virtud, honor, ambición, amor ni lealtad, es miedoso precisamente porque tiene esas características. Tercero, el miedo no sólo es provocado por la crueldad o la violencia sádica, la amabilidad y la compasión bien intencionada ayudan a crearlo y sostenerlo. El miedo no sólo surge de los actos mediante los cuales se intenta provocarlo, también surge fácilmente del tan humano deseo de aliviar el sufrimiento de los seres queridos. Cuarto, el poder despótico no tiene que ser arbitrario, concentrado ni centralizado, tampoco debe carecer de restricciones legales o morales. El harén depende de muchas personas que ejercen el poder, incluidos los eunucos y las esposas, y que se someten a un código, tanto moral como legal. Por último, el universo social que subyace al poder despótico tiene todas las características de las esferas pluralistas, asociaciones múltiples y élites jerárquicas
    de las que Montesquieu y sus seguidores afirmarán que son obstáculos al miedo despótico. En el mundo del miedo, las avenidas de la influencia social son tan tortuosas y complicadas como las calles del París anterior a la revolución.
  • Mario Alberto Castelán Florescompartió una citahace 3 años
    Hobbes, la vida es el máximo bien, no porque los hombres lo deseen o busquen siempre, tampoco porque les produzca el mayor placer; de hecho, observaba, la vida puede ser muy dolorosa, lo que razonablemente puede llevar al hombre a matarse. La vida es el mayor bien
    porque hace posible la búsqueda y el logro de todos los otros bienes. Aceptar su valor no implicaba tanto que el hombre abandonara sus nociones de bien y mal, como aceptar que independientemente de como definiera esos términos, tendría que estar vivo para perseguir el primero y evitar el segundo
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